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El Banco del Sur: la búsqueda de una alternativa a las IFIs

7 octubre 2008

Por María José Romero (Choike), Carlos Bedoya (Latindadd)

Las diferentes opiniones sobre los objetivos del Banco del Sur han obstaculizado la construcción de una alternativa autónoma a la arquitectura financiera internacional, dominada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La arquitectura financiera vigente, basada en el Banco Mundial y el FMI, entre otras instituciones, ha hecho del financiamiento un mecanismo eficaz de imposición de políticas públicas a los países del sur.

Después de mucha resistencia social y la llegada de gobiernos de izquierda a la mayoría de los países de la región, se dio el impulso político necesario para que una nueva arquitectura financiera regional comience a tomar forma en América del Sur. Su diseño comprende – según la Declaración de Quito – un banco de desarrollo (Banco del Sur), un fondo de estabilización monetaria, y una unidad de cuentas para el comercio.

una iniciativa contra hegemónica

La estrategia fue comenzar por el Banco del Sur, lanzado en 2006 por el presidente Hugo Chávez de Venezuela y respaldado en un inicio por el gobierno de Argentina, Bolivia y Ecuador, sumándose luego Brasil, Paraguay y Uruguay. Hoy, la iniciativa se encuentra en un proceso de diseño que no está libre de fuertes tensiones en su interior, especialmente porque no todos los técnicos y políticos comparten el espíritu de este banco.

A pesar que «un país – un voto» ha sido la consigna del Banco del Sur, se estudian algunos mecanismos que dan más poder a aquellos que contribuyen con más capital. Se ha propuesto que la regla democrática se utilice sólo en el Consejo de Ministros y no en todas las etapas de decisión. Esto está estrechamente vinculado con la pregunta de qué temas necesitarán voto, cuáles serán parte de la actividad cotidiana del Banco (sin voto) y el criterio a partir del cual ser seleccionará al personal del Banco.

El capital inicial del banco fue acordado en 10 mil millones de dólares, a partir de tres franjas de aportes. Sin embargo, existen todavía diferentes posiciones entre los técnicos sobre el uso de las reservas internacionales y otras fuentes alternativas de recursos, la utilización de fondos especiales (donaciones de otros países, donantes privados, fondos fiduciarios, etc.), mecanismos de co-financiación con otros organismos multilaterales y el límite de exposición. La definición de este tema de vital importancia determinará si el Banco del Sur ayudará o no a alcanzar una independencia financiera real, lo que a su vez contribuye a la soberanía financiera de la región.

Se han establecido también los órganos de gobierno del Banco: un Consejo de Ministros, un Consejo de Administración, un Consejo de Auditoría y el Directorio que contará con un comité ejecutivo.

El consejo de auditoría responde a los aportes de Rede Brasil, Latindadd, Jubileo Sur, Eurodad y CADTM, organizaciones que forman parte del movimiento mundial de deuda. Estas participaron en la elaboración de un documento técnico en Quito, que fuera entregado a los gobiernos a través de las autoridades ecuatorianas y ha servido de insumo al momento de debatir y negociar las propuestas de constitución.

La propuesta del consejo de auditoría surge del debate sobre la transparencia y el control social de las operaciones del nuevo Banco. Las organizaciones de la sociedad civil están a favor de una institución financiera que se diferencie sustancialmente de las ya existentes, como el Banco Mundial, el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Se trata de no replicar modelos y esto tiene consecuencias específicas en la estructura de gobierno, las fuentes de financiamiento y los proyectos a ser financiados.

Aunque cada gobierno expresa intereses distintos en la definición del banco, el proceso mismo de constitución desafía la vigencia de las instituciones financieras internacionales dominantes. Se trata de una iniciativa contra hegemónica, que sin embargo no alcanza para modificar el patrón de desarrollo neoliberal basado en la extracción irresponsable de los recursos tributarios, financieros y naturales de los países en desarrollo.

Para muchos, este banco debería ser – además de una apuesta por la soberanía financiera -, un mecanismo para impulsar otro tipo de desarrollo, basado en una integración desde y para los pueblos, con énfasis en el comercio intraregional, soberanía alimentaria y energética, libre circulación de trabajadores, intangibilidad de la amazonía, entre otros. Para otros tantos, el Banco del Sur es solo un banco de desarrollo más. Es posible pensar que la diferencia sustancial en los objetivos del Banco entre los diferentes actores involucrados está basada en sus alianzas con el mundo desarrollado y sus visiones de su propio rol dentro de la región. El retraso en acordar los estatutos de la nueva institución es sólo un ejemplo de este conflicto de intereses.

Lo que está claro es que los ritmos y expectativas de los diferentes gobiernos no son los mismos, por lo que todo indica que la puesta en marcha del Banco no será inmediata. Todavía no está claro si este proceso animará la regionalización financiera en otras regiones, tales como el Caribe y África, y si esto facilitará una nueva arquitectura global con énfasis en la cooperación Sur-Sur. La pregunta a propósito de las reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI es: ¿cuál será la nueva contraofensiva de las instituciones de Bretton Woods?