Rendición de cuentas

¡Es hora de escuchar a Lesotho! El Banco Mundial y su nueva agenda anticorrupción

19 septiembre 2006

Lesotho, el pequeño reino montañés surafricano, es el diminuto David luchando contra Goliat. Lesotho hizo lo que normalmente no se ‘espera’ de los países africanos relativamente débiles: atacar de frente la corrupción del Proyecto Hidráulico Lesotho Highlands, al demandar tanto a los funcionarios corruptos como a las corporaciones que pagaron sobornos. Ha demostrado lo correcto de su proceder ante los pesimistas africanos, al tiempo que noqueaba a aquellos que decían que era poco probable que las corporaciones pudieran ser llamadas a rendición de cuentas por su conducta criminal en los «países desarrollados» y que era imposible hacerlo en los ‘países en desarrollo’. El plan en cuestión fue el proyecto de construcción más grande del mundo cuando se lanzó hace veinte años. Su propósito: llevar agua a través de cientos de kilómetros al corazón de la sedienta zona industrial del apartheid en Sur África centrado en Johannesburgo. A cambio, se le prometió a los empobrecidos ciudadanos de Basotho electrificación y compensación económica.

Para financiar el proyecto, el régimen corrupto de Sur África necesitaba tener acceso al capital, el cual ya no estaba fácilmente disponible como resultado de las sanciones internacionales en contra de apartheid. El Banco Mundial llegó al rescate y efectivamente ayudó a lavar la financiación para Pretoria a través de los asesores financieros del proyecto con sede en Londres. El arreglo, que algunos consideraron rayaba en la ilegalidad, fijó el tono para lo que sucedería luego, una vez los contratos fueron otorgados a las compañías constructoras. A comienzos de esta década, más de una docena de compañías constructoras internacionales fueron acusadas de sobornar a un funcionario senior de Lesotho, y varios otros funcionarios también fueron encontrados culpables en las Cortes de Lesotho, en juicios que dan precedente y muestran el flujo de los fondos a través de bancos suizos y de las manos de los intermediarios que actúan para las corporaciones.

La respuesta del Banco Mundial ha errado en forma consistente con un exceso de precauciones. A pesar de las promesas hechas desde 1999 en reuniones de puertas cerradas de que daría apoyo financiero a los fiscales de Lesotho, no ha dado ninguna asistencia dejando solo al pobre país para pagar los costos de una cuenta legal multimillonaria. En la misma forma el Banco ha sido demasiado lento aplicando su propia política para descalificar a las compañías corruptas de futuros contratos con el Banco. Solo después de tres años descalificó a la multinacional canadiense Acres en marzo de 2004. Esto ocurrió como resultado de una investigación interna del Banco de treinta meses, donde se concluyó que Acres había pagado para conseguir influencias indebidas — la demora permitió que la compañía iniciara mientras tanto proyectos del Banco por un valor muy elevado en Uganda, Palestina y Sri Lanka.

Dado el historial, el caso de Lesotho es solo uno más de los casos donde un proyecto del Banco Mundial continúa tenazmente la corrupción en África. El anuncio de que el Banco busca ahora comentarios sobre su propuesta a la nueva estrategia anticorrupción es algo tímido. Dos áreas en el borrador de la estrategia a las cuales debe darse más atención son: el procesamiento y la descalificación. Algo importante y claro de la lección de Lesotho es que el apoyo financiero debe desembolsarse rápidamente y cuando se necesite, en forma tanto financiera como de asistencia técnica. Respecto a la descalificación, el documento tampoco es específico y más bien se enfoca en la necesidad de uniformidad entre las agencias del desarrollo para conocer las reglas para sanciones de las otras entidades. Esto es importante porque a pesar de los acuerdos entre el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD, sigla en inglés) y el Banco Mundial, el EBRD aún no ha descalificado a ninguna compañía incluyendo a la canadiense Acres. Además de esto, la política tiene que ser clara respecto a otros asuntos tales como la necesidad de incluir rápidamente corporaciones e individuos corruptos en la lista de descalificados, emitiendo sanciones que afecten directamente a las corporaciones y reconociendo las decisiones tomadas por las cortes nacionales. El caso de Lesotho prueba que la práctica de la segunda adivinación de las bancas africanas con la denominación uniforme de ‘corrupto’, es por lo menos errónea y discriminatoria.

El Banco Mundial, y los países de origen de las corporaciones implicadas en la corrupción en el Proyecto Hidráulico Lesotho Highlands, tienen buena razón para sentirse avergonzados, por la falta de apoyo a Lesotho a pesar de sus tenaces esfuerzos para atacar la corrupción. Por lo menos el epitafio de los casos de corrupción y soborno necesita decir que no se debe permitir en ninguna otra parte la conducta de las instituciones internacionales y de las corporaciones como ocurrió en Lesotho.

¡Es hora de que el mundo escuche a Lesotho!