Las reuniones anuales en Singapur se caracterizaron por no haber considerado la reforma gubernamental del FMI y por el marco de trabajo anticorrupción propuesto por el Banco. Los medios internacionales alrededor del mundo mostraron no solo las draconianas medidas de seguridad utilizadas por Singapur, sino también la violación de los derechos políticos y civiles de las ONGs y de las/los representantes de los movimientos sociales que estaban allá para participar en las reuniones. El objetivo de estas medidas fue el de tratar de callar las voces de la gente.
Justo unos días antes del comienzo de las reuniones paralelas – el Foro Internacional de la Gente en Batan, Indonesia – la policía local anunció en la televisión indonesa que no permitirían que se llevara a cabo el Foro. Las organizaciones de la sociedad civil denunciaron al Gobierno indonesio por reprimir el derecho democrático de expresar el descontento pacífico sobre las políticas del Banco Mundial y del FMI, y también criticaron al Gobierno de Singapur por haber presionado al Gobierno indonesio para que cancelara el Foro. Como consecuencia de una intensa campaña en los medios, las autoridades indonesas reversaron esa decisión.
Otra clara señal de las violaciones a los derechos civiles y políticos de parte de las autoridades de Singapur, fue la lista negra de individuos y organizaciones. La lista incluyó a delegados acreditados para participar en las reuniones oficiales del Banco/FMI. La prohibición se reversó parcialmente debido a la extensa crítica de la medida. Sin embargo, el permitir la entrada a las reuniones a 22 de las 27 personas detenidas no fue suficiente y llegó muy tarde. Ya se habían llevado a cabo costosos cambios de pasajes aéreos, además no hubo ninguna explicación sobre la razón por la cual se habían dejado por fuera de las reuniones a las 5 personas restantes.
Más de 160 grupos de la sociedad civil pidieron un boicot de las reuniones oficiales del Banco Mundial/FMI. Esta llamada señala la responsabilidad de ambas organizaciones ante los eventos.
Lamentablemente, más eventos opresivos estaban por darse. Mi detención y deportación solo fueron unos de ellos. Como miembro de la delegación de ActionAid, me hallaba en tránsito a Singapur y Batan para dar a conocer nuestras opiniones sobre el impacto que las políticas de las IFIs tienen sobre la pobreza y la inequidad.
Como muchos otros activistas pacíficos, me detuvieron en la Aduana y me llevaron a otro sitio para ser interrogada. Estuve detenida por más de 30 horas. Durante ese período me sometieron a un intenso interrogatorio y a una gran humillación. Todos mis documentos, dinero, artículos personales y todo mi equipaje fueron confiscados. Me tomaron las huellas digitales y varias fotografías. Me tuvieron encerrada más de 20 horas en una habitación bajo observación donde no podía prender la luz o ir al baño sin ser escoltada. No me permitieron hablar con nadie en la misma situación en la que yo estaba, y tampoco hacer ninguna llamada telefónica. Las autoridades de Singapur no me dieron ninguna razón por el motivo de mi detención y deportación a pesar de los pedidos del Gobierno de Brasil para que me permitieran la entrada.
Muchos otros delegados de la sociedad civil también fueron detenidos por varias horas y sometidos a repetidos interrogatorios, toma de huellas dactilares y registros varios, pero liberados con la advertencia escrita de que no participaran en ninguna protesta. Otras personas en el mismo caso mío también fueron deportadas sin ninguna explicación. En ambos casos hubo violación de derechos fundamentales.
Negar la entrada a las/los representantes de las sociedades civiles viola los términos del Memorando de Entendimiento que Singapur firmó con las Instituciones globales, y a pesar de eso, ni los representantes del Banco ni los del Fondo trataron de evitarlo. Por el contrario, la directiva del FMI y el Comité Internacional Monetario y Financiero dijeron en su comunicado: "Expresamos nuestra gratitud a las autoridades de Singapur por la excelente organización." A pesar del discurso sobre el ‘buen gobierno’, el Banco Mundial y el FMI demostraron qué tan fuera de contacto están con la práctica de una genuina democracia.
Maria Clara Couto Soares es la Jefe de Política para la Región de las Américas de ActionAid y antigua asesora política del Ministerio de Finanzas del Brasil.
Para la mayoría de las personas que vieron las noticias sobre la prohibición de la entrada a Singapur de los activistas, la semana del 14 al 20 de septiembre 2006, pudo haber sido una de las más importantes en la historia de las reuniones del Banco/Fondo. La descripción del Presidente del Banco Paúl Wolfowitz’s, sobre las acciones de Singapur como ‘autoritarias’ añadió interés a todo el incidente y demostró la fricción existente entre la profesada apertura al diálogo con la sociedad civil y las severas leyes del país anfitrión relacionadas con reuniones públicas.
Yo fui una de las personas a quienes primero se les prohibió entrar esa semana a Singapur, y luego se les permitió hacerlo. Fui allá para participar en una conferencia de prensa con otras personas del Foro Internacional de la Gente contra las IFIs (International People’s Forum against the IFIs). Las molestias y ansiedad relacionadas con lo que se llamó ‘medidas de seguridad y orden’, fueron los pensamientos que me embargaban en ese momento.
Considerando los resultados de las reuniones del Banco/Fondo durante esa semana, realmente se ve que no pasó mucho. La atención de los medios enmascaró el hecho de que no estaba sucediendo nada significativo. Los miembros de los países en desarrollo realmente no consiguieron nada de importancia. Al darse cuenta del limitado espacio que Singapur permite para la acción de la sociedad civil, muchos grupos (incluyendo Foco sobre el Sur Global) buscaron acreditación a las reuniones por primera vez. Nos interesaba retar al Banco y al Fondo en relación con su política y su práctica en su propio terreno. Irónicamente, fue la falta de influencia que ejerció el Banco lo que le permitió a Singapur prohibir la participación de participantes acreditados.
Las preocupaciones iniciales que me asediaron fueron olvidadas y reemplazadas por una serie de preguntas. ¿Lo que sucedió fue realizado en su totalidad por Singapur, o acaso Singapur tuvo poco que ver con ello? ¿La responsabilidad del Banco/Fondo estuvo limitada solo a haber escogido a Singapur como lugar de las reuniones? ¿Fue buena idea el haber priorizado retar al Banco y al Fondo en su propio espacio? Para mí, la experiencia de Singapur cristalizó las muchas lecciones aprendidas en tantos años de trabajo. Debido a la naturaleza de las instituciones internacionales, es imperativo que las estemos monitoreando, que las retemos, que protestemos sobre sus políticas y prácticas que tienen un efecto negativo – en fin: que luchemos contra ellas. Lo que sucedió en Singapur demostró qué tanto efecto podemos tener sobre Instituciones que no están interesadas en responder a lo que tiene para decir una persona como yo.
El Banco y el Fondo son instituciones estructuradas como corporaciones donde los accionistas mayores tienen el mayor número de votos. Mi voto está representado por un director ejecutivo y es diminuto comparado con el voto estadounidense que puede vetar todos los otros votos juntos. La relación entre el Banco y el Fondo con mi país, es una de prestamista-deudor, caracterizada por un balance muy desigual del poder. Y cuando algunos dicen que el Banco y el Fondo son las instituciones más abiertas a la participación de la sociedad civil, debemos recordar que no estaban tan interesadas cuando Latinoamérica estaba desindustrializada, cuando el desarrollo de África estaba prácticamente parado y cuando todo el mundo en desarrollo estaba sepultado en la deuda debido a sus programas de ajuste estructural. Para resumir, llamaron a la sociedad civil cuando ya habían creado un caos que no podían resolver solos.
El Banco y el Fondo dieron profusas gracias a Singapur y lo felicitaron por un trabajo bien hecho como anfitriones del evento, al tiempo que mantuvieron silencio sobre las cinco personas que todavía estaban en la lista negra, y estuvieron más callados aún sobre las muchas personas que fueron detenidas, interrogadas y deportadas. La lucha (engagement – tal vez es el momento de encontrar otra expresión más apropiada) continúa siendo la norma. Pero si la lucha favorece la protesta y la denuncia es porque los luchadores se cansan del tratamiento que reciben.
Jenina Joy Chávez es la asociada senior en Foco sobre el Sur Global (Focus on the Global South) un grupo regional de pensadores con sede en Bangkok.