En julio, el vigilante interno del Banco Mundial publicó una evaluación acerca del historial del Banco en relación al medio ambiente. Dejando de lado la refinada redacción, el informe encuentra que el Banco ha tenido un desempeño deficiente en lo que refiere a una integración coherente de las metas medioambientales a sus estrategias de país y carteras de inversión.
El informe del Grupo de Evaluación Independiente (GEI) evaluó la sostenibilidad ambiental desde el año 1990 hasta el 2007, cubriendo todas las ramas del Grupo del Banco. Estas revelaciones se contraponen a los llamados del Reino Unido para que el Banco sea una institución medioambiental, y al nuevo papel del Banco como administrador de aproximadamente U$S10.000 millones en fondos de inversión climática (ver Boletín 61, 60).
La evaluación advierte que a pesar de las inversiones del Banco en el medio ambiente por US$400.000 millones desde el año 1997 y de mejores compromisos en materia de políticas, la realidad ha sido decepcionante. Notoriamente el Banco no ha prestado «suficiente atención a un desarrollo sostenible más a largo plazo», y necesita sistemas más adecuados «para supervisar los resultados medioambientales y evaluar los impactos» así como una mejor coordinación entre las diferentes partes del Grupo del Banco.
De acuerdo con el informe, el Banco carece de un sistema de monitoreo e información adecuado para evaluar los aspectos y resultados medioambientales de los proyectos que apoya, haciendo eco de los hallazgos de una evaluación llevada a cabo en el 2002. Además, el GEI considera que debido a una falta de coherencia y coordinación interna, se corre el riesgo de que las ramas del sector público y privado del Banco trabajen en pos de objetivos opuestos. La Corporación Financiera Internacional (CFI) y la Agencia Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA, en inglés), ambas pertenecientes a la rama del sector privado del Banco, parecen tener «pocas operaciones específicamente orientadas a evitar daños al medio ambiente». El desempeño del Banco también ha sido más débil en África Subsahariana que en cualquier otra parte, y el cumplimiento medioambiental y las brechas en materia de desempeño han sido más notorias en los proyectos de la CFI.
El GEI afirma que la inapropiada disponibilidad de información hizo muy difícil poder evaluar el impacto del Banco, debido a «la incapacidad de separar su influencia sobre las políticas y las mejoras medioambientales de la de otras fuerzas». En consecuencia se tuvo que recurrir a estudios de caso por país realizados en el 2006. Irónicamente la respuesta de la gerencia del Banco luego critica la evaluación por no estar actualizada.
Si bien el Grupo del Banco es «hoy en día la mayor fuente multilateral de financiamiento relacionado con el medio ambiente» no queda exactamente claro qué cantidad de estos préstamos ha sido directamente dedicada al mejoramiento ambiental «debido a la forma en que se identifican los compromisos del Banco [del BIRF y la AIF]». Por otra parte, «la prioridad otorgada a los préstamos adjudicados para el manejo del medio ambiente y los recursos naturales (ENRM en inglés) parece ser modesta», y la suma estimada de US$59.000 millones para proyectos ENRM entre 1990 y 2007 «parece exagerar el volumen real de recursos adjudicados directamente para el mejoramiento ambiental».
En su defensa, la gerencia del Banco expresó su preocupación acerca de la metodología empleada por el GEI para llevar adelante la evaluación. Se acusa al informe de «sintetizar demasiado temas» que solo corresponden a ciertas partes del Grupo del Banco Mundial. La gerencia también se refiere a «la falta de adecuada cobertura al pilar estratégico de sostenibilidad de la CFI» y sostiene que «la evaluación acerca de actividades sin diligencia debida de la CFI es superficial e incompleta». La gerencia también explica cuidadosamente que la CFI no diseña ni implementa programas de mitigación social y medioambiental para los impactos relacionados con sus proyectos y que la apropiación y responsabilidad por estos programas «corresponden al patrocinador del proyecto».
Otras áreas de desacuerdo incluyen a la integración intersectorial, como la falla del GEI en analizar los crecientes esfuerzos realizados en África por fomentar enfoques regionales en cuencas hidrográficas y el hecho de que los estudios de caso del GEI no mencionan los cambios relacionados con el apoyo a problemas medioambientales urbanos y al manejo de recursos naturales.
Los críticos no demoraron en comentar el informe. «Es preocupante que anteriores recomendaciones realizadas por los propios evaluadores del Banco hayan sido ampliamente ignoradas», dijo Korinna Horta, economista del Fondo de Defensa del Medio Ambiente. «Incluso ahora, el Banco carece de una estructura en materia de rendición de cuentas que logre asegurar que sus bien intencionadas políticas sociales y medioambientales sean realmente implementadas en el campo».