Una vez más el Banco Mundial está prestando dinero a Brasil. Una vez más la destrucción socioambiental será la consecuencia natural de este préstamo. ¿Cómo y por qué esta situación se repite?
Según el Banco, este último préstamo, llamado «Préstamo para políticas de desarrollo en materia de gestión ambiental sostenible», está dirigido a «sectores clave, como el manejo forestal, el agua y la energía renovable. e integrará la agenda brasileña intersectorial en materia de cambio climático». Este es el mayor préstamo concedido por el Banco a Brasil: $1.3 millones en su fase inicial, a ser ampliado en una segunda fase a un total de $2 mil millones. Aunque el préstamo es para el tesoro brasileño, documentos del proyecto revelan que será destinado al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). El préstamo fue aprobado sin que el mínimo de información estuviera disponible y sin previa consulta a la sociedad civil brasileña.
El 5 de marzo, un día antes de que el préstamo fuera discutido por el directorio ejecutivo del Banco, organizaciones ambientales, movimientos sociales y redes que monitorean a las Instituciones Financieras Internacionales en Brasil, enviaron una carta al Banco diciendo que la aprobación de este préstamo sería un error y reclamando que el Banco Mundial postergase la decisión hasta que una consulta amplia con la sociedad civil brasileña fuera realizada. Sin embargo, el Directorio ignoró la demanda de los brasileños y aprobó el préstamo.
En la última década, el Banco aprobó una serie de préstamos de asistencia técnica al gobierno brasileño, incluyendo el perfeccionamiento de la sustentabilidad ambiental y la reforma del sector energético. Además de esto, se han aprobado préstamos sustanciales para la «reforma de políticas», incluyendo $454 millones para el sector energético. En palabras del propio Banco, su papel en Brasil, que no es más financieramente dependiente de sus préstamos, no es más «decirle al gobierno brasileño lo que tiene que hacer, sino como hacerlo».
Sin embargo, estos préstamos no cumplieron con los objetivos previstos. Por ejemplo, existe todavía una falta de integración efectiva de temas sociales y ambientales en el planeamiento energético del país, y las evaluaciones ambientales estratégicas que el gobierno tenía que hacer como condición del desembolso de los $503 millones nunca fueron realizadas. Esto ha agravado los problemas de la política energética del gobierno brasileño. Su plan de diez años de expansión energética (PDE – 2008-2017) fue construido a puertas cerradas en los gabinetes gubernamentales, con la sola consulta de empresas del sector.
El PDE da prioridad a la construcción de 71 hidroeléctricas grandes, con la expulsión involuntaria de más de 100.000 brasileños y la inundación de reservas indígenas y áreas de conservación. El Plan promueve la construcción de termoeléctricas altamente contaminantes de petróleo, carbón mineral y gas, previendo un aumento del 172 per cent en el volumen de emisión de gas de efecto invernadero de 2008 a 2017, equivalente a 39.3 millones de toneladas, además de la expansión de la producción de agrocombustibles, lo que implicaría la expansión del cultivo de caña de azúcar en 7.5 millones de hectáreas.
Más allá de la ausencia de transparencia, particularmente en relación a la sociedad civil, hay fuertes indicios de que el nuevo préstamo será destinado a garantizar el capital para el financiamiento de grandes proyectos de infraestructura, a través del BNDES; institución fuertemente criticada por la sociedad civil.
Prestamos recientes del BNDES incluyen a las hidroeléctricas San Antonio y Jirau, sobre el Río Madera, en la Amazonia brasilera, para los cuales este banco ya asumió compromisos de desembolsar más de $6 mil millones. Estos proyectos promueven la destrucción de la diversidad biológica y tiene un significativo impacto socio-cultural, poniendo en riesgo los compromisos asumidos por el gobierno brasilero a nivel nacional e internacional, en términos de políticas y acciones relacionadas con las causas y los efectos del calentamiento global. Otro problema planteado por las organizaciones en la carta al Banco, y reconocido por los representantes de la institución, es que no es posible monitorear como los recursos serán gastados.
Después de un período de cuatro años de gracia, Brasil pagará este préstamo durante los próximos 20 años. Sin embargo, no son de público conocimiento ni la tasa de interés ni las condiciones en que el préstamo será pagado. Lo que es cierto, es que este hecho marca un importante paso más en el resurgimiento del Banco Mundial, después de años de un rol limitado en América Latina.