La apuesta por un renovado liderazgo del FMI y de la Banca Multilateral para apoyar a los países que serán afectados por la recesión mundial, en un nuevo marco regulatorio de las finanzas internacionales, y, la eliminación definitiva de los paraísos fiscales en el mundo entero con la finalidad de proteger los ingresos fiscales, parecen ser los dos principales acuerdos a saludar logrados por el G20 en su reciente reunión celebrada en Londres.
Al menos lo debería ser para América Latina. Esta región que ha sufrido los embates ideológicos del FMI en asociación con el BM y el BID al implementar recomendaciones de política tan perniciosas para la recaudación tributaria como las siguientes:
- La reforma tributaria consiste ante todo en una mejora de la eficiencia de la administración tributaria antes que incrementar más impuestos.
- El equilibrio fiscal se logra a través de una racionalización del gasto público antes que en un incremento de los ingresos fiscales.
- La descentralización fiscal puede poner en riesgo la disciplina fiscal que tanto esfuerzo habría costado a los Estados latinoamericanos, por tanto se debe re centralizar la política fiscal.
Estas políticas han traído como consecuencia una competencia nefasta entre los países de América Latina para demostrar quien tiene el mejor y más eficiente sistema de recaudación de impuestos, en vez de coordinar una política regional para establecer impuestos a las sobreganancias obtenidas por las compañías transnacionales que se han alojado en sectores económicos altamente rentables como lo son la minería, el petróleo y en los últimos años, por la especulación financiera, los alimentos.
De esta manera, las IFIs han estado contribuyendo con el nacimiento de paraísos fiscales en la región. De acuerdo con un estudio de Christian Aid, a pesar que no se podría llamar a algunos países de América Latina como paraísos fiscales, se ha mostrado cómo varios de estos países han establecido regímenes impositivos privilegiados para promover la inversión extranjera directa. Otro estudio, realizado por la Red de Justicia Tributaria, ha demostrado cómo algunos de los paraísos fiscales actualmente reconocidos (según la reciente lista publicada por la OCDE) se encuentran bien integrados al sistema de comercio de materias primas entre América Latina y Europa ayudando así a los grandes capitalistas a evitar el pago de impuestos necesarios para el desarrollo de la región.
Finalmente, las IFIs han recomendado continuamente a los gobiernos latinoamericanos una racionalización del gasto social con instrumentos supuestamente objetivos como la focalización, en vez de dejar que los gobiernos latinoamericanos introduzcan cambios en sus sistemas impositivos a fin de recaudar más impuestos para financiar sus gastos. Si alguno de los gobiernos osaba discutirlo o proponerlo, las IFIs señalaban que se introducía «ruido político» al modelo provocando automáticamente que el país sea menos atractivo para la IED y para los préstamos que las IFIs podrían seguir otorgando. Con este tipo de discursos, las IFIs terminaron por ahogar cualquier iniciativa concreta que propusiera incrementar de manera justa los ingresos fiscales por parte de los gobiernos.
La consecuencia inmediata de estos procesos es que no ha habido una redistribución efectiva del ingreso nacional, aumentando la desigualdad. Los conflictos sociales han sido una muestra clara de este descontento, al punto que el BID ha llamado a esta etapa del boom del crecimiento económico latinoamericano, sin mejora de la redistribución, como la paradoja del crecimiento infeliz. Este es un problema que pudo haber sido evitado si se hubiera implementado una política de descentralización fiscal que acercara más a los gobiernos locales con sus ciudadanos. Sin embargo, las IFIs recomendaron una mayor centralización para asegurar el equilibrio fiscal a costa del proceso de descentralización.
En suma, podemos advertir que hasta la fecha las IFIs han promovido un modelo de crecimiento sin redistribución para América Latina. En contraste, los paraísos fiscales han proliferado fortaleciéndose y se los ha presentado como un ideal a aspirar por parte de los países en desarrollo. En ese sentido, el horizonte propuesto por el G20, dada la experiencia previa de la región, es bastante ilusorio porque aparece como contradictorio. A menos que la refundación de las IFIs sea verdadera, y las finanzas sean puestas al servicio de la humanidad.