Por Zsolt Boda, Védegylet, Budapest, Hungría
En octubre de 2008, Hungría prestó 12.500 millones de euros (US$17.5 millones) del FMI. Junto con los 6.500 millones de euros de la Unión Europea, esto aumentó el PIB a una relación de deuda externa de casi el 80 por ciento, destruyendo así el sueño húngaro de pertenecer a la zona del euro en el futuro inmediato, y poniendo una enorme carga en su futuro.
Es cierto que Hungría tiene profundos problemas económicos. Durante los últimos siete años, al tiempo que su vecina Eslovaquia creció del 5 al 6 por ciento por año, Hungría solo tuvo un 2 por ciento de crecimiento al tiempo que la deuda aumentaba. Los economistas liberales generalmente culpan a la redistribución relativamente alta y al gasto social más bien generoso como las principales causas. Al tiempo que la política social húngara es más generosa que las otras de la región, la reducción económica puede ser atribuida parcialmente al gasto excesivo. Más aun, el modelo de desarrollo neoliberal fue copiado durante los últimos años aun antes de la crisis global.
Como los otros países en la región, Hungría basó su desarrollo en la disponibilidad del capital extranjero: O sea, la inversión extranjera y los préstamos extranjeros. Esto se puede explicar parcialmente debido a la falta de capital en los países después del comunismo, y también refleja una escogencia política influenciada por el pensamiento neoliberal económico. Diferente de los otros países oriente-europeos, Hungría heredó la deuda del ‘viejo régimen’, la cual llegaba al 100 por ciento del PIB. Durante los primeros años de los 90s, la mitad de toda la inversión extranjera procedente de Europa Central y Oriental llegaba a Hungría.
Sin embargo, el flujo se redujo durante la última década, a pesar de los desesperados esfuerzos para mantenerlo. Combinado con las empresas subdesarrolladas locales, esto inevitablemente llevó a una reducción económica. En octubre de 2008, la especulación en contra del forint húngaro amenazó una depreciación dramática, que habría tenido trágicas consecuencias tanto para el sector público como para el privado (muchos hogares tienen préstamos en moneda suiza o en euros). Al mismo tiempo, un fondo de George Soros atacó al OTP, el banco central húngaro con métodos ilegales, de acuerdo con las autoridades financieras. El acuerdo con el FMI fue diseñado para respaldar los esfuerzos gubernamentales para estabilizar la tasa de cambio. El préstamo del FMI ha ejercido un papel importante previniendo lo peor, pero el haber prestado de la Unión Europea habría sido una solución alternativa, tal vez menos dolorosa.
El deseo de contribuir de la Unión Europea y de los países oriente-europeos ha sido limitado. Los nuevos estados de la Unión Europea tienen que reconocer, de nuevo, que su bienestar no es una prioridad para los miembros más antiguos y que la solidaridad europea tiene sus límites.
En los préstamos con el FMI, el gobierno húngaro se comprometió a reducir los salarios del sector público, las pensiones, los beneficios sociales y otros gastos gubernamentales. También se prometieron algunas reformas del sector financiero.
Aparentemente, contrario a sus prácticas normales, el FMI no fue muy estricto aplicando sus condiciones, ya que algunos puntos ya han sido suavizados. La meta más importante del conjunto del FMI fue mantener el déficit presupuestario relativamente bajo en un 2.6 por ciento del PIB. Ésta es una condición exigente e importante – en la Unión Europea el promedio es del 6 por ciento. Esto requiere reducciones en los gastos sociales y limita la posibilidad de proveer asistencia a la economía en lucha, la que se reducirá en un 6 por ciento este año, algo altamente problemático. Las reformas sociales ya aceptadas no están bien preparadas, además la economía necesita medidas contracíclicas en un período de recesión.
El FMI aceptó el argumento gubernamental de que una política fiscal estricta no puede ser mantenida en una crisis y de que al déficit presupuestario le fuera permitido el 4.6 por ciento. Todavía no se conocen los detalles del nuevo acuerdo, pero el Ministro de Finanzas declaró que se incluyó un nuevo impuesto sobre sucesiones y la reforma de los estados y la financiación municipal. La reforma fiscal ya había sido votada en el parlamento y su directriz de reducir impuestos laborales, al tiempo que se aumenta el consumo, parece ser aceptable. Sin embargo, todas las reformas necesitan del consentimiento político al igual que una debida preparación.
El FMI parece estar mejorando levemente su flexibilidad y condicionalidad en comparación con sus terribles prácticas de las décadas pasadas. No está claro si es un momento temporal de autorreflexión y auto disciplina debido a la crisis, o una nueva definición de su actitud. Si el FMI se pudiera limitar a proveer ayuda inmediata a los países necesitados, éste sería un rol aceptable. Los principales problemas que son la falta de transparencia en los acuerdos, la visión todavía claramente neoliberal de cómo funciona la economía, son tan atribuibles tanto al gobierno húngaro como al FMI. Los déficits de la democracia y la deficiente gestión económica de Hungría hacen que el futuro endeudado sea un panorama cada vez más oscuro.