Por Rachel Whitworth, Proyecto Bretton Woods
El Banco Mundial y la CIF se comprometieron a aumentar la financiación para la agricultura y con ello a ayudar con las crisis alimentaria, pero su entusiasmo por la agroindustria ha sido cuestionado por académicos quienes sugieren que las personas pobres no serán beneficiadas.
En la medida en que el número de personas crónicamente hambrientas mundialmente aumentó repentinamente a más de 1.000 millones este año, en julio de 2009, el G8 respaldó la asociación global para la agricultura, la seguridad alimentaria y la nutrición y prometió $20.000 millones para dedicar a la agricultura durante los próximos tres años. Sin embargo hay un choque entre el Banco Mundial y los organismos de alimentos de la ONU, los cuales están tratando de tener el rol de institución primaria para la entrega. Las dos instituciones tienen acercamientos fundamentalmente diferentes sobre la inversión agrícola. A pesar de los pobres antecedentes del Banco en la materia o su poco apoyo a la agricultura (ver Boletines 58 y 61), los donantes parecen favorecer al Banco. Las cosas pueden clarificarse cuando la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, dé su conferencia sobre este asunto en la ONU a finales de septiembre de 2009.
El Grupo del Banco Mundial articuló su acercamiento a la agricultura en el Informe del Desarrollo Mundial 2008 (WDR – World Development Report), el cual promueve la liberalización del mercado y la vinculación de las/los pequeños agricultores a las cadenas de suministro global. El informe dice que la agroindustria puede ser un medio para aumentar los recursos en los países en desarrollo. En respuesta a la crisis alimentaria, la CIF – Corporación Internacional Financiera (IFC – International Finance Corporation), el brazo privado del Banco Mundial, anunció un plan para dar un empuje a los préstamos para la agroindustria hasta de un 30 por ciento en los próximos tres años, empezando con un record de $2.000 millones en el año fiscal 2009. En junio de 2009, un funcionario de la CIF indicó que ellos querían duplicar su inversión en la agroindustria africana para el 2011, llevándola del 10 al 15 por ciento de todo su portafolio.
El enfoque del Grupo del Banco sobre la inversión en la agroindustria contrasta con el acercamiento del Grupo de Trabajo de Alto Nivel del Secretario General de la ONU sobre la crisis alimentaria global. Los organismos alimentarios de la ONU, incluyendo la FAO – Organización para los Alimentos y la Agricultura (Food and agricultura Organisation), respaldan el acercamiento adoptado por la Evaluación Internacional sobre el Conocimiento Agrícola la Ciencia y la Tecnología para el Desarrollo (IAASTD – International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development) convenido en abril de 2008 (ver Boletín 61). La IAASTD enfatiza la seguridad alimentaria, la sostenibilidad medioambiental, y el conocimiento tradicional como el acercamiento más adecuado para resolver la crisis alimentaria y hace hincapié en la necesidad de preservar la flexibilidad política en el sector agrícola en vez de la liberación del mercado.
Académicos condenan al Banco
Hannah Bargawi, del Centro para la Política del Desarrollo e Investigación en la Universidad de Londres, resume la variedad de críticas de los académicos sobre la agenda de ‘la agroindustria para el desarrollo’ del Banco en un informe publicado en septiembre de 2009. Los investigadores Kojo Sebastian Amanor, Philip McMichael, Carlos Oya, Matteo Rizzo y Philip Woodhouse todos están de acuerdo, en que las descripción del Banco sobre la agroindustria como una entidad que puede compartir riesgos y ganancias con las/los pequeños agricultores está lejos de la realidad.
McMichael critica el concepto del Banco de la ‘nueva agricultura’ según el WDR, el cual dice que la gestión corporativa de la integración del mercado es una condición para la eliminación de la pobreza de las/los pequeños productores. En vez de ello, él argumenta que «la afirmación del Banco de dar una nueva posición a la agricultura en el centro del desarrollo tiene que ver con el discurso del Banco sobre recientes transformaciones en el régimen corporativo alimenticio, que da licencia a más de lo mismo.»
McMichael sugiere que el despojo de las poblaciones rurales en el nombre de la nueva agricultura, que las exportaciones no tradicionales y que las cadenas de valor corporativo están «orientados hacia la provisión de los segmentos monetarios de la población mundial.» Ilustra lo anterior con las ganancias registradas por la agroindustria corporativa en 2007, la se benefició del alza de los precios durante la crisis alimentaria.
Tratando de refutar estas críticas, el WDR da renovada importancia al estado como vehículo para restablecer un ambiente más propicio para la agroindustria en los países de bajos ingresos. Woodhouse y Oya, sin embargo, han señalado que el fortalecimiento del estado para invertir en los bienes públicos sin solucionar la desigualdad subyacente de la agroindustria, probablemente producirá beneficios desproporcionados en la venta minorista de las cadenas de valor agrícolas. Por esta razón el famoso escenario de ‘ganar-ganar’ al vincular la agroindustria corporativa con las/los pequeños productores es bastante dudoso.