El debate sobre las ‘guerras de divisas’ y los controles de capital ha dominado la política económica mundial este otoño, pero las conversaciones serias sobre cómo reformar un sistema financiero internacional propenso a las crisis continúan siendo elusivas.
El término ‘guerras de divisas’ utilizado para describir la competencia para mantener los tipos de cambio, fue utilizado por el ministro de hacienda brasileño, Guido Mantega, antes de las reuniones anuales del FMI a principios de octubre. Se suponía que el proceso de revisión del mandato del FMI (ver Boletines 72, 71, 70 y 68) hubiera terminado a tiempo para las reuniones, pero fue imposible lograr un acuerdo internacional para resolver los desequilibrios mundiales y hacer frente a los flujos financieros.
El informe de la reunión anual de la junta ejecutiva del FMI a los ministros de financiación de los estados dice que «Si bien no hay soluciones fáciles, un primer debate dio un consenso sobre las preguntas que cualquier guardián del sistema monetario internacional debe responder antes de que los problemas lleguen al punto de crisis.[Sic]» La Junta dejó de cumplir con su cometido al no hacer bien las preguntas o preparar un cronograma para formular las respuestas en su nota de progreso.
establecer una vigilancia fiable y eficaz de las políticas monetaria y financiera nacionales con repercusiones globales
Desbordes de dinero
Brasil fue uno de los primeros países en sentir los efectos de las embestidas de los flujos de capital de los países ricos. Los inversores están buscando altas tasas de interés en los países en desarrollo en comparación con los bajos tipos de interés en los mercados avanzados. La perspectiva de una mayor expansión cuantitativa en Estados Unidos, anunciada a principios de noviembre, creó aún más liquidez en los mercados avanzados empujando grandes flujos de capital hacia los países en desarrollo. La relajación cuantitativa ha sido comparada con la impresión de dinero, su objetivo es apoyar la recuperación económica de Estados Unidos.
Para los países con tipos de cambio flotantes, los flujos de capital elevan las tasas de cambio, por lo que es más difícil exportar. La tasa de cambio china prácticamente fija significa que cuando las exportaciones en otros mercados emergentes a los países ricos son más costosas, las exportaciones chinas se vuelven relativamente más baratas. Un número de países asiáticos, en particular Corea del Sur y Japón, intervinieron en los mercados de divisas extranjeras a finales de octubre para evitar la apreciación de sus monedas. Mantega, criticó estas intervenciones y pidió que el FMI creara un índice para la manipulación de la moneda: «El FMI tendrá que desarrollar un método para medir las monedas que reflejan la situación estructural de sus países, las monedas flotantes, y las que están forzando su cambio.»
El gobierno y la legislatura de Estados Unidos aumentaron sus ataques en los medios de comunicación sobre el tipo de cambio fijo del régimen chino en septiembre y octubre. Altos funcionarios chinos respondieron a los ataques a finales de octubre y principios de noviembre criticando la política monetaria de Estados Unidos. En medio de las tensiones latentes, los analistas estaban pendientes de los resultados de la reunión de los ministros de finanzas del G20 a mediados de noviembre que pudieran resolver la situación.
Antes de la reunión del G20, Estados Unidos presionó para que un 4 por ciento de límite simétrico sobre el déficit de las cuentas corrientes y los excedentes se aplicara a través del monitoreo del FMI y del proceso de evaluación mutua del G20 (ver Boletín 72). Este abordaje fue rechazado por Japón y Alemania, países con grandes superávit, en los comunicados de las dos reuniones del G20, pidiendo en cambio un movimiento «hacia sistemas de tasas de cambio más marcados y determinados por el mercado, que realcen la flexibilidad del tipo de cambio para reflejar los fundamentos económicos subyacentes, y abstenerse de devaluaciones competitivas.»
Llamados para los controles de capital
Brasil fue uno de los muchos países que tomaron medidas decisivas para frenar los flujos de capital (ver Boletines 72 y 70), elevando sus flujos internos de impuestos de 2 a 6 por ciento a finales de octubre. A diferencia de enero, cuando Brasil instituyó por primera vez el impuesto, esta vez el FMI no hizo ningún comentario.
El ministro de Finanzas de Corea del Sur, Yoon Jeung-hyun, ha asumido el liderazgo en la discusión pidiendo que el FMI haga más sobre la gestión de los flujos de capital. En su discurso en las reuniones anuales del FMI, el ministro coreano dijo que el Fondo «debería explorar a profundidad varias ideas y opciones políticas para mitigar los efectos secundarios de los flujos de capital.» A mediados de noviembre el gobierno de Corea anunció su intención de restituir un impuesto al estilo brasileño para quienes tienen bonos extranjeros.
El ministro de finanzas de Sudáfrica, Pravin Gordhan, fue uno de los primeros encargados de formular políticas para defender lo que muchos en la sociedad civil han pedido: la regulación del país de origen de los flujos de capitales volátiles. En un discurso de principios de noviembre, antes de salir para el G20, Gordhan pidió que se «encontrara una fórmula multilateral que nos permita tomar las medidas tanto en la fuente de estos fondos como en su destino.»
Ilene Grabel de Denver y Ha-Joon Chang, de la Universidad de Cambridge dan la bienvenida a estos controles y concluyen: «Los países tienen la libertad de imponer controles de capital que satisfagan sus necesidades particulares, y es un alivio ver que por fin lo están consiguiendo después de un largo período de debilitamiento debido a la ideología neoliberal.»
Reforma del sistema de cambio
Sin embargo, Grabel y Chang advierten sobre la necesidad de la coordinación internacional y de un marco renovado financiero. Muchos problemas de flujo de capital se derivan de un sistema monetario, que hasta el FMI reconoce, está mal diseñado de muchas maneras (ver Boletines 72 y 70).
El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, a principios de noviembre, pidió el «desarrollo de un sistema monetario que siguiera al ‘Bretton Woods II’, el nombre dado al actual sistema híbrido de los países que utilizan una variedad de sistemas de tipo de cambio, desde libre flotación a un cambio fijo. En su opinión, «el sistema también debe considerar el empleo del oro como un punto de referencia internacional.»
La observación de Zoellick sobre el oro atrajo una ola de críticas acerca de la inconveniencia de utilizarlo como un ancla para los tipos de cambio, sobre todo cuando gran parte del mundo se enfrenta a los riesgos de la deflación. Sin embargo, Robert Skidelsky, biógrafo de John Maynard Keynes, acogió con satisfacción el reconocimiento de Zoellick de la necesidad de reequilibrar la economía mundial. Haciéndose eco de las conclusiones de la Comisión 2009 de expertos de la ONU, presidida por Joseph Stiglitz (ver Boletín 65), Skidelsky escribió: «Una ‘súper-soberana moneda de reserva» debería ser el objetivo central de la reforma estructural del sistema monetario mundial. Sin embargo, ésta debería ser parte de un paquete más amplio. Esto incluiría los controles de capital, al menos en el período de transición y un acuerdo sobre un sistema más estable de los tipos de cambio. Éstas son unas de las medidas buscadas por los países del Este de Asia.»
Un trabajo de investigación en noviembre del Centro del Sur por Yilmaz Akyüz afirma que el FMI debe centrarse en la prevención de las crisis en vez de dedicarse a los préstamos, y por lo tanto debería trabajar con un nuevo sistema de reservas, controles de capital y un mecanismo de renegociación de la deuda soberana. Añade que el FMI necesita «establecer una vigilancia fiable y eficaz de las políticas monetaria y financiera nacionales con repercusiones globales. Esto depende mucho de la introducción de compromisos exigibles y obligaciones en materia de tipos de cambio de las principales monedas y el ajuste de los desequilibrios por países con déficit y superávit.»
Francia se ha comprometido a poner las cuestiones de la reforma financiera internacional, incluido el sistema monetario, en el centro de la agenda del G20, cuando ocupe la presidencia del Club en 2011. El FMI ahora ya se comprometió a «profundizar» su labor en este ámbito, sin embargo no tiene un cronograma concreto y tampoco ha definido la meta final. Su discusión final sobre una política para la gestión de los flujos de capital estaba prevista para finales del verano, pero ahora se ha retrasado hasta finales de noviembre. La incapacidad de los países miembros del FMI de llegar a un acuerdo sobre incluso la aceptabilidad de las técnicas de gestión del capital de cuenta no es un buen augurio para los esfuerzos de reescribir el marco financiero global.
Cómo asegurarse contra las crisis: ¿auto, regional o internacional?
Un informe de noviembre publicado por el grupo de pensadores del Instituto de Desarrollo Alemán y la ONG estadounidense Center of Concern explora los Acuerdos Regionales de Financiación (RFAs – Regional Financing Arrangements). En el volumen, algunos autores sostienen que los RFAs no pueden suplantar con eficacia los seguros del FMI y abogan por una cooperación entre los RFAs y el FMI.
Otras contribuciones en cambio piden que los RFAs se distancien del FMI. Masahiro Kawai, jefe del Instituto del Banco Asiático de Desarrollo, quien sostiene que el fondo regional de Asia, conocido como la ‘Iniciativa Chiang Mai’, «debe desvincularse de los programas del FMI». Aldo Caliari del Center of Concern subraya que «los mecanismos regionales para la reducción de la demanda de liquidez, en particular para las operaciones de comercio intrarregional, pueden ser tan importantes» como los RFAs.
En este verano, el FMI habló sobre la posibilidad de prestar directamente a los RFAs, los cuales a su vez prestarían a miembros, como parte de los planes de la llamada red de protección financiera mundial (ver Boletín 72). Se suponía que las propuestas para la red de seguridad financiera, incluidas las líneas de intercambio internacional y la financiación de los acuerdos regionales, estarían finalizadas en la cumbre del G20 en Seúl en noviembre, pero no hubo suficiente apoyo para estas ideas entre los accionistas del FMI.