La revista de Finanzas y Desarrollo del FMI en marzo de 2015 se refirió a un documento de investigación sobre el impacto de los sindicatos y los salarios mínimos en la desigualdad, a ser publicado próximamente. Los resultados contradicen las afirmaciones de los ideólogos anti-sindicales y también al propio FMI, de que los sindicatos afectan negativamente la equidad mediante la creación de una división entre los que están afuera y los que están adentro.
Los nuevos hallazgos muestran lo que los investigadores académicos y los sindicatos habían venido diciendo por mucho tiempo, o sea, que los sindicatos reducen la desigualdad en la distribución de los ingresos. El FMI encontró que la alta sindicalización reduce la ventaja en los ingresos de los grupos de ingresos más altos en relación con los grupos de ingresos bajos y medianos. Según esta investigación, la reducción de la sindicalización explica la proporción considerable en el aumento de la desigualdad debido al incremento de los ingresos en los grupos de ingreso altos desde 1980.
Esta investigación se suma a otros trabajos recientes de investigadores del FMI relacionados con la desigualdad. En 2011 y 2014 los investigadores del FMI, Jonathan D. Ostry y Andrew Berg, reportaron que las economías más igualitarias están asociadas con un crecimiento mayor y más duradero. En 2013 el FMI llegó a la conclusión de que «la desigualdad de la riqueza y de los ingresos puede llevar a una pérdida potencial de producción y a una mala asignación de los recursos, lo que debilita el crecimiento a largo plazo.» Estos hallazgos fueron confirmados en el último documento de investigación de junio de 2015 sobre la desigualdad, el cual mostró que el aumento de los ingresos para los grupos de bajos y medianos ingresos había tenido un fuerte efecto positivo sobre el crecimiento del PIB. Por otro lado, el aumento de los ingresos en el grupo de ingresos superiores había reducido las previsiones de crecimiento a mediano plazo, lo que «sugiere que los beneficios no se filtran hacia abajo». El documento del FMI también reafirmó que «un mejor acceso a la educación y a la atención de la salud junto con políticas bien orientadas de bienestar social… podrían ayudar a aumentar la participación en el ingreso de las personas pobres y de las de clase media».
Al evaluar la relación entre los índices de desigualdad y la política fiscal en enero de 2014, el FMI consideró que «las reducciones en la generosidad de los beneficios, junto con impuestos menos progresivos habían disminuido el impacto redistributivo de la política fiscal desde mediados de la década de los 1990.»
El FMI ignora sus propios datos sobre las políticas
En vista de estos hallazgos, se podría esperar que el FMI alentara a los países a adoptar políticas que fomentaran la sindicalización y reforzaran la negociación colectiva, que incrementaran los beneficios y los impuestos más progresistas, con la promesa de beneficios no sólo para los trabajadores sino también para el crecimiento económico en general.
Sin embargo ha ocurrido todo lo contrario: Las políticas del FMI siguen poniendo en peligro los ingresos de las familias de clase trabajadora y las actividades sindicales. En casi todos los países del programa del FMI, los salarios y el empleo en el sector público se han puesto a la guillotina en aras de la austeridad. Para los países europeos en particular, ese fue solo el inicio. En Portugal (2011-2014), en Rumania (2009) y en Grecia (a partir de 2010), los acuerdos de préstamo del FMI después de la crisis redujeron la protección del empleo, suprimieron o limitaron drásticamente el alcance de la negociación colectiva, restringieron el uso de extensiones, acortaron el período de validez de los convenios colectivos y ampliaron el ámbito de la negociación para los representantes no sindicalizados.
El fenómeno de decir una cosa y hacer la otra en este contexto fue descrito como «la economía Gattopardo», por el investigador Thomas Palley en 2013; es decir, presentar cínicamente la misma vieja respuesta como si se tratara de un cambio importante, para que todo pueda seguir como antes. En otras palabras, el FMI está impulsando el debate sobre la desigualdad para encubrir las políticas que ejecuta, lo cual más bien parece estar orientado a garantizar el futuro de las ganancias de los inversores extranjeros a costa de los trabajadores, en vez de fomentar un crecimiento real al abordar la desigualdad.
Frente a la incoherencia entre su investigación y sus políticas, al FMI le gusta hacer hincapié en su compromiso de «proteger a los más vulnerables» en los programas de los países, como en el caso de Grecia. El FMI afirma que los recortes de las pensiones tuvieron como objetivo a los beneficiarios con las pensiones más altas y a las pensiones complementarias, que apoya los programas de empleo para los jóvenes, y aumenta el acceso a los servicios de la salud con la entrega de vales a las personas menos aseguradas.
Sin embargo, la realidad de Grecia es muy diferente. Según Eurostat, ahora las personas mayores de 65 años ven duplicado el riesgo de caer en la pobreza, riesgo que del 16 por ciento en 2010 llegó al 33 por ciento en 2013. Más de 200.000 jóvenes y otras personas con un alto nivel de educación abandonaron el país con la esperanza de un futuro mejor en otro lado. La Organización Mundial de la Salud estima que aproximadamente 2 millones de griegos, o sea, una quinta parte de la población total, perdió la cobertura de la salud desde 2011. Las organizaciones de beneficencia en Grecia reportan que la crisis humanitaria ha alcanzado niveles no vistos antes en un país desarrollado.
Si el FMI hubiera prestado atención a las pruebas en lugar de continuar con sus prejuicios ideológicos, seguramente habría tenido una postura política muy diferente. Si hubiera tenido un interés real en evitar futuras crisis habría aprovechado la oportunidad para reformar los mercados financieros. El FMI podría haber aprendido de la experiencia de Europa del norte, donde se han alcanzado los más altos niveles de calidad del empleo a través de la negociación colectiva centralizada y de la protección social universal. Ojalá que el Fondo haga un mejor trabajo en el futuro no muy lejano, cuando la «gran recesión» vuelva a estar en el centro del escenario y las continuas fallas del sistema financiero mundial (y europeo) surjan de nuevo.