Un artículo de junio de 2016, titulado provocativamente Neoliberalismo ¿una Sobreventa? en la revista interna del FMI, Finanzas y Desarrollo (F&D), parece cuestionar las políticas macroeconómicas ortodoxas largamente asociadas con el FMI. Aunque los autores, entre ellos Jonathan Ostry, un director adjunto del Departamento de Investigación, argumentaron que “había mucho que celebrar en la agenda neoliberal» destacando los beneficios para los países en desarrollo, en particular la expansión del comercio mundial, la inversión extranjera directa y la privatización de empresas estatales, ellos también reconocieron que en «algunos» aspectos, el neoliberalismo «no había producido todos los resultados esperados». Las políticas puestas en duda fueron aquellas que “eliminan las restricciones a la circulación de capitales» a través de las fronteras y “la consolidación fiscal, a veces llamada austeridad». Centrándose en estas dos áreas de la política «neoliberal», los autores sostienen que (i) aún no se han comprobado los beneficios de estas políticas en el aumento del crecimiento, (ii) estas políticas tienen “elevados” costos relacionados con la desigualdad y (iii) el aumento de la desigualdad, a su vez disminuye el «nivel y la sostenibilidad del crecimiento económico».
El artículo «causó un revuelo considerable en todo el mundo». En junio de 2016, según un blog de Max Lawson, de la ONG Oxfam Internacional, dio la bienvenida a las conclusiones y señala que los activistas han venido “identificando en forma consistente» que el neoliberalismo es un «factor principal detrás de la creciente brecha entre ricos y pobres en todo el mundo”, lo cual ha “abierto la puerta a la corrupción y captura política de las élites».
Políticas problemáticas del neoliberalismo: la austeridad y la liberalización de los flujos financieros
En febrero de 2016, el FMI publicó un documento de política sobre la reapertura de la discusión de los méritos potenciales de la utilización de restricciones en el flujo de financiación, o los controles de capital (ver Observador Primavera 2016). Ello, como conclusión de un documento del FMI de 2012 “Perspectiva institucional» donde se reconoció que en algunos casos se justificaba el uso de los controles (ver Boletín 83). El artículo F&D fue todavía más lejos, argumentando que los beneficios esperados de la eliminación de las restricciones de capital no se habían materializado, mientras que “eran más evidentes los costos en términos del aumento de la volatilidad económica y la frecuencia de las crisis». Estos argumentos ya habían sido presentados previamente por la sociedad civil (ver Boletín 79). La reunión de los ministros de Finanzas del G-20 celebrada en las reuniones de primavera del FMI en abril de 2016, alentó al Fondo a volver a examinar sus «políticas para hacer frente a los flujos de capital», añadiendo específicamente que “daban la bienvenida a los planes de… trabajar en la gestión de los flujos de capital».
Los autores del artículo encontraron que la eliminación de los controles de capital “aumentaba las probabilidades de un accidente financiero», concluyendo que el uso de los controles de capital debía ser considerado como «viable” y a veces la «única» herramienta a utilizar. Observaron, sin embargo, que los países sólo deben utilizar los controles de capital cuando se enfrentan a «un auge insostenible del crédito» generado por el préstamo directo desde el exterior. Kevin Gallagher, de la Universidad de Boston comentó que esto significa que “en lo relacionado con la cuenta de capital, el FMI ha comenzado a poner la economía por encima de la ideología, lo cual es un gran paso en la dirección correcta.»
Los autores también examinaron la eficacia de animar a los países a recortar los gastos para reducir la deuda, lo cual a menudo se denomina austeridad, a través de políticas como la privatización de las empresas estatales, la reducción del tamaño del Estado y la reducción del gasto público. Aunque estas reformas están encaminadas a reducir los riesgos de un exceso de deuda pública, los autores observaron que hay poca «orientación» de la teoría económica para determinar el nivel «óptimo de la deuda pública». De hecho, los autores encontraron que «las políticas de austeridad… disminuyen substancialmente el bienestar… y, por lo tanto, disminuyen la demanda» y con ello socavan el crecimiento global. Ellos pusieron en duda la suposición de que abogar por los recortes de gastos durante una crisis podría estimular el crecimiento económico y ser “una medida expansiva», dada la evidencia de que estas medidas llevan a «gotas en lugar de… torrentes en la producción. Los autores reservan sus críticas a la austeridad sólo para los países desarrollados.
¿Ningún cambio en el enfoque del FMI hacia los países en desarrollo?
Los autores de un estudio académico titulado La condicionalidad del FMI y el espacio del desarrollo político – 1985-2014, resumen sus hallazgos en un artículo publicado en junio de 2016 en el Washington Post. Ellos encontraron que desde el año 2008 “las condiciones estructurales han sido un componente cada vez mayor de los programas del FMI» y concluyeron que cuando se trata de las condiciones asociadas a los préstamos del FMI, «existe una contradicción entre lo que el FMI dice y lo que realmente hace». Esto es particularmente evidente en la reforma laboral y de pensiones en países como Costa de Marfil, Honduras y Moldavia, donde el FMI requiere «techos masivos en los salarios del gobierno.» Una carta de junio de 2016 de expertos en salud en el Reino Unido y Malawi, publicada en la revista científica The Lancet, condenó la imposición de parte del FMI de un tope salarial en Malawi. Los expertos le exigieron al FMI que “revertiera sus edictos sobre el tope salarial del sector público», para que el gobierno pudiera “financiar los salarios de los médicos recién egresados y de otros trabajadores de la salud” para así poder cumplir con los “Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la salud».
La autocrítica de la ortodoxia política del FMI provocó una fuerte reacción, incluyendo a finales de mayo, un editorial de parte del Financial Times que condenó a los autores del artículo del F&D por caer en «retórica infantil». El editorial admitió que estaba de acuerdo con sus conclusiones con respecto a «la competencia, el libre comercio global, la privatización, la inversión extranjera directa y la solidez de las finanzas públicas», pero, aun así, consideró el artículo como un «insulto… a nuestra inteligencia», ridiculizando el uso del término neoliberalismo como una crítica hecha por «radicales que no piensan y que carecen de la habilidad de la argumentación empírica».
El profesor Robert Wade, de la Facultad de Economía de Londres, desafió la conclusión del Financial Times en una carta de junio de 2016. Él respondió diciendo, «debemos celebrar la evidencia de que miembros del FMI se están haciendo un replanteamiento sobre la mejor forma de ayudar a los países que están enfrentando terribles circunstancias», sin embargo, él admitió, «estos análisis o documentos pueden tener poco efecto en las partes operativas de FMI.» Matthew Martin, del grupo de investigación sin ánimo de lucro, Finanzas Internacionales del Desarrollo (Development Finance Internacional), dijo que el FMI «tenía que asegurarse de que este cambio de política fuera implementado a nivel de los países – sobre todo porque afecta la lucha contra la desigualdad a través del gasto social, los impuestos progresivos y el aumento de los derechos laborales.» En una entrevista de junio de 2016, de Finanzas y Desarrollo del FMI (F&D), con el jefe del Departamento de Investigación del FMI, Maurice Obstfeld, éste aclaró que el debate del artículo original sobre la política representaba “una evolución no una revolución», afirmando, «no hemos cambiado fundamentalmente el núcleo de nuestro enfoque» y, que el artículo de crítica a las políticas de austeridad «había sido ampliamente malinterpretado».