El reconocimiento verbal del FMI de que las desigualdad es un problema importante para el progreso humano se ve amenazado. El personal de investigación está siendo enviado a realizar otras tareas y un directorio conservador quiere tomar distancia de las conclusiones de las últimas investigaciones. Se teme que la elección del presidente Trump aumente este efecto de enfriamiento y que la ‘Primavera del FMI’ esté llegando a su fin.
Frente al shock de la crisis financiera de 2008 y sus desafíos para la ortodoxia económica, el FMI se volvió un líder mundial en el planteo de preguntas sobre lo que salió mal y cuáles podrían ser las consecuencias. En los años recientes el FMI ha publicado una serie de conclusiones explosivas que han roto con la manera tradicional redactar titulares en todo el mundo. La desigualdad es mala para el crecimiento, la redistribución no lo es. La disminución de los sindicatos ha impulsado los ingresos de las capas superiores. La desigualdad se debe en parte al neoliberalismo.
Ese documento final de 2016, que resalta el hecho de que el neoliberalismo bien pudo haber contribuido al aumento de la desigualdad, es de muchas formas el más revolucionario al criticar, no solo las políticas individuales, sino el enfoque económico real que las entrelazó. El solo hecho de ver una institución tan central como el FMI utilizando la palabra neoliberalismo fue dramático. Milton Friedman fue el último que usó esa palabra en 1951. Desde entonces solo ha sido utilizada por sus oponentes, sus seguidores prefieren verlo simplemente como la mejor forma universalmente aceptada de conducir una economía.
Si el FMI fuera un vino, las opiniones fueron cosecha 1994.Max Lawson, Oxfam International
El Financial Times publicó un editorial vicioso e inusualmente polémico en respuesta. Esto mostró qué nervio había sido tocado. El editorial fortaleció la mano de los oponentes en la gestión del FMI y en el directorio, quienes sintieron que ese nuevo trabajo sobre la desigualdad había ido un paso demasiado lejos. Desde entonces, se detuvieron algunas investigaciones y algún personal fue cambiado a otras tareas menos expuestas al público. Por ejemplo, a pesar de la fascinante conclusión de que se necesitan más sindicatos para garantizar que el regreso del crecimiento sea distribuido de manera más equitativa, esta investigación ya no sigue. Cualquier chance de que el FMI apoye un debate sensible sobre los pros y los contras del neoliberalismo parece ahora extremadamente improbable, pese a su incursión inicial.
Hubo además una definitiva preocupación, expresada de manera privada por muchos asistentes a las últimas reuniones de primavera del Banco Mundial y el FMI en Washington, de que la elección del presidente Trump acelere más esta tendencia. Fue claramente expresado en los pasillos por muchos representantes de gobierno de alto nivel que hubo mínimo apoyo a la inclusión de la desigualdad como una de las consideraciones políticas a ser tenidas en cuenta por parte del FMI. Por el contrario, las visiones expresadas difieren muy poco de las de hace 20 años: el crecimiento beneficia a todos y poco importa si unos se benefician significativamente más que otros. No existen perdedores, solo ‘grandes ganadores y pequeños ganadores’. Si el FMI fuera un vino, las opiniones fueron cosecha 1994.
Marcha atrás en la retórica y marcha acelerada en las operaciones.
Al mismo tiempo se están dando, relativamente rápido, los pasos para llevar el trabajo más allá de la investigación al campo operativo real. En una primera tanda, nueve países han incluido análisis de desigualdad en sus consultas del Artículo IV (la evaluación regular del FMI de la economía de cada país). Otros 19 se encuentran en proceso de incluir el análisis de desigualdad. En algunos países, esto ha dado lugar a nuevas orientaciones políticas positivas, como la recomendación de que, en Etiopía, los umbrales del impuesto sobre la renta deberían ser más progresivos.
Aún queda mucho por recorrer para operacionalizar completamente este análisis y sus implicaciones. Demasiado a menudo la conclusión no es ‘no debemos hacer esto’, sino ‘debemos diseñar mejor nuestras redes de seguridad’ para mitigar los impactos dañinos. Y muchas otras acciones en el ámbito nacional contradicen completamente esta nueva investigación. Una investigadora egipcia dijo que al estudiar la evidencia de que el nuevo préstamo a Egipto incrementaría la desigualdad y la pobreza, su principal fuente de estudios críticos provenían del propio FMI (véanse las Reuniones de Primavera de 2017 de Bretton Woods Project).
No obstante, hay avances en la inclusión del análisis de la desigualdad en el asesoramiento real sobre políticas. Es vital que esto continúe. Es igualmente vital que continúe la corriente continua de ideas e investigación, a partir de sus conclusiones más radicales, ya que es lo que mantiene vivo el debate. El comunicado del G7 italiano de fines de mayo ofrece motivos para la esperanza, al reconocer explícitamente los impactos malignos de la desigualdad sobre el crecimiento, la cohesión social y la movilidad inter-generacional. Es interesante que esto fuera acordado por el presidente Trump, mientras que muchos otros texto no lo fueron. Esto no hubiera sucedido sin el trabajo de investigación del FMI sobre el tema.
No hay duda de que hay fuertes y crecientes obstáculos y muy poco apoyo entre los gobiernos más poderosos para continuar este trabajo sobre la desigualdad, especialmente con el espectro de los populismos de extrema derecha derrotados en Europa. La lucha contra estos obstáculos hace que la presión pública de la sociedad civil sea cada vez más importante. Debemos mantener la presión sobre Christine Lagarde y su personal para asegurar que continúe la investigación innovadora y, al mismo tiempo, se acelere el trabajo para aplicar estos resultados a las actividades y recomendaciones de políticas del FMI.
Max Lawson, Oxfam International