El lanzamiento oficial del Informe sobre Desarrollo Mundial (IDM) dedicado a la educación, titulado de manera tentativa Learning to Realize Education’s Promise [Aprendizaje para cumplir con las promesas sobre educación], es inminente y hay una gran expectativa entre activistas y legisladores del sector educativo. Las ONG han expresado su preocupación por el “estrecho enfoque” que han percibido en el informe (véase el Observador de primavera de 2017), que se centra en lo que el Banco llama la “crisis de aprendizaje” y se olvida que los problemas de acceso y de equidad siguen sin resolverse. Al momento de compartir este punto de vista mi principal preocupación es que el IDM 18 perderá la oportunidad de dar una nueva forma al debate político sobre educación. El Banco afirma que su objetivo es “lograr una educación adecuada” y, para lograrlo, aprovechará sus 55 años de compromiso con el sector. Sin embargo, ¿reflexionará de manera crítica el informe sobre la efectividad de sus asesoramiento sobre las políticas? ¿Está el Banco realmente dispuesto a aprender de la experiencia y a aceptar que, cómo cualquier otro actor en el campo educativo, a veces se equivoca?
Lamentablemente, hay claros signos de que este no será el caso. El ejercicio de inventario del Banco parece más preocupado por reforzar el asesoramiento en materia de políticas basadas en la ideología que por proporcionar una orientación sólida y basada en la evidencia. Eché un vistazo a las encuestas de opinión que el Banco llevó adelante para escribir el informe. Le interesa saber si “elegiría asistir a la mejor escuela privada o pública en su ciudad natal” o si acepta “que los sindicatos son una restricción obligatoria para la reforma”. Uno solo puede preguntarse a qué tipo de políticas responden estas preguntas. solo se necesita hojear un documento de antecedentes de IDM para descubrir que los maestros saben casi nada y están enseñando “poco más de la mitad de la hora programada”. Claramente, para el Banco, los maestros y sus sindicatos son los culpables de la “crisis de aprendizaje”. Para tener más evidencia, consulte El doble discurso del Banco Mundial sobre los maestros, de Fontdevila y Verger.
Hoy el Banco Mundial es el mayor financiador del sector educativo. Desde el tímido comienzo en 1962, con una línea de crédito de USD 5 millones para construir seis escuelas en Túnez, extendió drásticamente sus operaciones y hoy financia más de 2.300 préstamos y subvenciones. Montado en la ola de la “Educación para todos” desde 2000, el Banco desembolsó más de USD 45.000 millones en 134 países (véase el Update 49). Y estas cifras no incluyen el apoyo al sector privado de la Corporación Financiera Internacional (CFI), el brazo del Banco para el sector privado. Es cierto, hacer un balance de los 55 años de préstamos, donaciones, investigación y asesoramiento en materia de políticas es una tarea hercúlea y es probable que se olviden muchos documentos clave que podrían fomentar el pensamiento del Banco. Hay dos documentos en particular que espero que el equipo del IDM tome en cuenta, porque hay lecciones clave que sacar de ellos. El primero es el documento sobre la política educativa del Banco, de 1963; el segundo es el Crecimiento Económico en los años 90: aprendiendo de una década de reformas, de 2005.
El compromiso del Banco con el sector educativo evolucionó de un simple ejercicio de construcción escolar a una compleja y polémica operación de asesoramiento político de alcance mundial. Sin embargo, el memorando de 1963 del cuarto presidente del Banco, George David Woods, articuló un enfoque bastante realista: el Banco debería concentrarse en proporcionar los fondos necesarios para que la UNESCO sea efectiva. Para Woods, el Banco debería considerar a la UNESCO como “nuestro brazo técnico en el sector educativo”. El Banco debe concentrarse en financiar la política educativa, no en desarrollarla. El consejo de Woods fue ignorado: el Banco se ha convertido en un prolífico productor de políticas, en clara competencia con la UNESCO.
Las políticas educativas del Banco han sido ampliamente criticadas (véase el Update 86, y el Boletín de mayo de 2014) y excede del alcance de este artículo resumir años de esfuerzos académicos. Para un análisis exhaustivo, recomiendo el brillante El Banco Mundial y la educación: alternativas y críticas de Klees, Samoff y Stromquist, de 2012. Personalmente, luego de haber seguido el trabajo del Banco en educación durante casi 20 años, revisando proyectos y evaluando su impacto en el campo con maestros y sindicatos en más de 50 países, mi preocupación fundamental es que el equipo educativo del Banco parece ignorar una de las conclusiones clave del esfuerzo del Banco por aprender de las reformas de la década de 1990, de que “no hay un conjunto único de reglas” para el crecimiento económico, como no existen recetas únicas para una reforma educativa exitosa. Sin embargo, el emblemático Enfoque sistémico para lograr mejores resultados en la educación (SABER, por su sigla en inglés) del Banco proporciona a los ministerios de educación asesoramiento estandarizado sobre, entre otras cosas, cómo promover la educación privada y hacer que los sindicatos de la educación del sector público sean menos influyentes en el proceso.
Para lograr finalmente una educación adecuada, el Banco debe aceptar que la política educativa se desarrolla mejor en el ámbito nacional. Un buen punto de partida es volver a lo básico, es decir, enfocarse en financiar la política educativa en lugar de desarrollarla y aprender, de la década de 1990, que las reformas deben ser específicas para cada país.