En junio, el Grupo de Evaluación Independiente (GEI) del Banco Mundial (véase el Observador de Invierno de 2017) publicó su evaluación anual de la “eficacia del desarrollo” de cuatro de las cinco instituciones del Grupo del Banco Mundial (GBM): el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), el brazo de préstamos de ingreso medio del Banco Mundial; la Asociación Internacional de Fomento (AIF), su brazo de préstamos de bajos ingresos; la Corporación Financiera Internacional (CFI), la rama de préstamos del sector privado del Banco; y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI).
El informe de este año incluyó un enfoque temático sobre la sostenibilidad ambiental. El informe, llamado Results and Performance of the World Bank Group 2017, describió las preocupaciones sobre la efectividad específica del desarrollo de las instituciones del Banco y planteó serias dudas sobre si el entorno organizativo del Banco Mundial alienta a tomar en cuenta “de forma rutinaria las conclusiones de las evaluaciónes – del GEI o de otros – en las operaciones del Banco Mundial”. Esta conclusión siembra dudas importantes antes de la formalización del aumento de capital general del Banco Mundial en las Reuniones Anuales de este año en Indonesia. El informe proporciona evidencia adicional en apoyo del análisis de la sociedad civil de que los desafíos clave que enfrenta el Banco para cumplir sus objetivos de desarrollo son más estructurales que financieros (véase el Observador de Verano de 2018).
El GEI utilizó dos parámetros para evaluar la efectividad del desarrollo del Grupo: resultado de desarrollo y desempeño del Banco Mundial. Para el análisis del primero, el GEI se basó en la medida en que los resultados al finalizar el proyecto cumplieron los objetivos de desarrollo previstos en la fase de diseño. Según el GEI, “la calificación del desempeño del Banco Mundial se basa en factores que están bajo el control del Banco, por ejemplo, si el diseño del proyecto se adapta a las necesidades de sus beneficiarios”.
El informe ... arrojó serias dudas siel entorno organizativo del Banco Mundial lo alienta a usar de forma rutinaria las conclusiones de las evaluaciónes - del GEI o de otros - en sus operaciones.
El medio ambiente: a pesar de los avances, persisten deficiencias importantes
Como nota positiva, el informe concluyó que, en comparación con el último informe, la “proporción de componentes del proyecto con posibles beneficios ambientales del Banco aumentó del 33% al 37%” y la CFI experimentó un aumento del 31% al 35% en “Beneficios ambientales potenciales de las actividades financiadas”. Para el OMGI, “la proporción de proyectos de garantía de riesgo político con beneficios ambientales potenciales aumentó de una base baja de 8% a 36%”. Sin embargo, al observar la tendencia positiva, el GEI haciéndose eco de extensas preocupaciones por parte de las OSC (véase el Observador de Primavera 2018), se preguntó si “estos aumentos son suficientes, dada la escala de la contaminación, la degradación ambiental y el cambio climático”.
El informe recogió además las persistentes preocupaciones de la sociedad civil de que el GBM carece de información y datos adecuados sobre los impactos ambientales de toda su cartera, como sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero, el impacto de los préstamos para políticas de desarrollo y la supervisión de clientes intermediarios financieros (véase el Observador de Invierno de 2017). El documento recalcó que “los sistemas existentes están limitados por lo que se puede observar en el momento de la evaluación y a menudo no son capaces de capturar resultados a más largo plazo”. Además, en línea con las persistentes críticas a la CFI en particular (véanse las notas de la reunión de Primavera de 2018 del FPSC), el GEI enfatizó que “en el caso de la CFI, la divulgación de la información ambiental y social a nivel de proyecto de los informes de monitoreo y supervisióndurante la implementación sigue siendo inadecuada y debería generalizarse más el monitoreo de terceros”.
Al considerar la implementación por parte de la administración de sus recomendaciones anteriores relacionadas con el medio ambiente, el informe concluyó que “las recomendaciones ambientales para generar conocimiento, mejorar el uso de métricas o medir el impacto de las intervenciones del Grupo del Banco … fueron las menos implementadas”. El GEI señaló la necesidad de una mejor evidencia sobre el impacto de las intervenciones del GBM y la mejora de la presentación de informes sobre los impactos ambientales, especialmente fuera de las intervenciones ambientales principales. También identificó varias debilidades en la capacidad de monitoreo y evaluación del Banco, incluyendo la “priorización secundaria del conocimiento y el aprendizaje por detrás de el cumplimiento operativo”.
Surgen más dudas sobre la estrategia MFD del Banco
Las conclusiones del informe brindan más evidencia en apoyo a la crítica de la sociedad civil a la estrategia del Banco de Maximizar las finanzas para el desarrollo (MFD), lo que algunos dentro de la sociedad civil han llamado «Minimizar las finanzas para el desarrollo» (véase el Observador de Verano de 2017). Esto plantea dudas importantes sobre la lógica del desarrollo y las consecuencias de la creciente dependencia del Banco en la CFI para ‘apalancar la inversión del sector privado’ de forma efectiva para apoyar su mandato de desarrollo.
El GEI señaló que “las calificaciones de los resultados de desarrollo de los proyectos de inversión de la CFI continuaron con una tendencia descendente”, que comenzó en 2008, y subrayó que “solo la mitad de los proyectos evaluados” para el informe actual “fueron calificados como exitosos o mejores”. El informe fue especialmente condenatorio con la agenda del MFD, que depende del trabajo de la CFI durante las actividades iniciales, a través de sus Servicios de Asesoría, donde “la disminución en la calificación de efectividad del desarrollo fue aún más aguda que para los proyectos de Servicios de Inversión de la CFI”, con el porcentaje de proyectos calificados en su mayoría exitosos o mejores para la efectividad del desarrollo cayendo al 49% para el ejercicio 2014-2016”. El GEI enfatizó que “esta es la calificación de efectividad de desarrollo positiva más baja registrada desde que el GEI comenzó a revisar los proyectos de Servicios de Asesoría de la CFI en 2008”. Con igual preocupación, el informe señaló que, “usualmente, la CFI participa en proyectos en la etapa previa a la transacción en lugar de hacerlo en la etapa de diseño inicial; esto significa que la CFI tiene menos capacidad que el Banco Mundial para influir en el diseño de los proyectos que financia”. El hecho contradice la justificación repetida de la CFI de que, independientemente de cuáles sean los desafíos en términos de implementación del proyecto, sigue desempeñando un papel importante en el cambio de comportamiento del sector para que esté vaya en línea con los objetivos de desarrollo.
Dentro de la cámara de eco del Banco de la ‘soluciones’
Quizás la conclusión más problemática del GEI se relacione con la falta de voluntad del ‘Banco de las soluciones’, según se mercadea a sí mismo el GBM, para involucrarse, aprender y adaptar la implementación de sus actividades a una crítica sólida. El informe señaló que, si bien la administración solo está obligada a informar sobre las recomendaciones del GEI con las que concuerda, después de cuatro años “solo el 52% de las recomendaciones se han implementado en gran medida o completamente”. Al considerar planes de acción de gestión que respondan a las recomendaciones del GEI, el informe también señaló que “los planes de acción no son discutidos por el Comité de Desarrollo del Banco ni por los miembros de la Junta, yno se exige la aceptación de los planes de acción por parte del GEI”, y agrega que “existe el riesgo de que las recomendaciones GEI permanezcan sin considerarse incluso cuando los planes de acción se hayan implementado por completo”.
Según el informe de GEI, parece que las tendencias destacadas en la investigación Evaluation of World Bank Research, 1998 – 2005, dirigida por Angus Deaton en 2006, sobre la naturaleza autorreferencial del enfoque del Banco para la investigación y el aprendizaje siguen siendo, lamentablemente, las mismas. La conclusión del GEI, de que el entorno organizativo del Banco puede no hacer que la institución sea apta para involucrarse con críticas externas, se hace eco de la del informe Deaton, que señalaba que “una alta proporción” de las citas en un número significativo de documentos del Banco “son de otros documentos del Banco, muchos de ellos inéditos. En algunos casos … el grado de autorreferencia aumenta a un nivel casi de parodia”.
Si bien el informe del GEI no evaluó el grado en que las recomendaciones de política del Banco se basan en análisis y datos sólidos, suscitó interrogantes sobre evidencia, datos y monitoreo y evaluación que son tristemente consistentes con los hallazgos del informe Deaton, que subrayó que frequentemente las conclusiones de política en los documentos del Banco “se basan raramente en el análisis anterior”. La falta de voluntad de la gerencia del Banco para cambiar su posición ante la falta de pruebas sólidas que respalden sus recomendaciones de política también se puede ver en su uso continuo de las calificaciones del país de su Informe Haciendo Negocios, a pesar de las recomendaciones de una evaluación interna de 2008 y de una generalizada crítica de la sociedad civil y el mundo académico (véase el Observador de Invierno 2017-2018). El contenido del próximo Informe sobre el Desarrollo Mundial del Banco, sobre la naturaleza cambiante del trabajo, y la renuncia a consultar con los críticos resaltan aún más la relevancia de las conclusiones del GEI (véase el Observador de Verano de 2018).
Las conclusiones deberían alertar a los accionistas del Banco, que recientemente acordaron un aumento de capital significativo para respaldar a un banco “más grande y mejor”.