Surgen dudas sobre el futuro del Oleoducto Transadriático (TAP, por su sigla en inglés), después de que el nuevo gobierno de coalición de Italia anunciará en junio que revisará su apoyo al proyecto. El nuevo ministro de Medio Ambiente de Italia, Sergio Costa, del movimiento 5 estrellas, dijo en una respuesta escrita a los periodistas que, “dada la caída de la demanda de gas [en Italia], hoy ese proyecto [TAP] parece inútil”.
El TAP es el tramo final del Corredor de Gas del Sur (CGS), un megaproyecto que ha recibido financiación del Banco Mundial y otros bancos multilaterales de desarrollo (BMD) para llevar gas azerí a Europa a través de Turquía y otros países de tránsito (véanse el Observador de Primavera y el de Otoño de 2017).
De acuerdo a informes recientes, “el consorcio TAP, que incluye al grupo petrolero británico BP, la italiana Snam y la española Enagas, ha dicho que volver a enrutar el oleoducto fuera de Italia no es una opción … [y] redirigirlo dentro de Italia podría retrasar el proyecto entre cuatro y cinco años”.
A pesar de estas preocupaciones, el 4 de julio el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) aprobó un préstamo de EUR 500 millones para el TAP. Esto lleva el financiamiento total de los BMD para el CGS a más de EUR 6.000 millones, con el Banco Mundial aprobando préstamos de USD 500 millones a Turquía y Azerbaiyán, respectivamente, en 2016 (véase el Observador de Otoño de 2017).
Fidanka McGrath, de la red de la sociedad civil europea Bankwatch comentó: “La inyección masiva de dinero público en el Corredor de Gas del Sur, del que forma parte el TAP, no ha sido suficiente para corregir todo lo que está mal con oleoducto: al alimentar regímenes corruptos y opresivos, el proyecto pisotea los derechos de los agricultores y las comunidades y termina por atar a Europa a los combustibles fósiles”.