Desde su creación en 1944, las potencias mundiales dominantes en el Banco Mundial y el FMI, también conocidas como las Instituciones de Bretton Woods (IBW), han establecido un ‘acuerdo de caballeros’, que estipula que un europeo dirige el FMI y un estadounidense encabeza el Banco (véase Al interior de las instituciones, ¿Qué es el ‘acuerdo de caballeros’?).
Después de que Christine Lagarde presentara su renuncia como Directora Gerente del FMI el 16 de julio (véase el Observador de Verano de 2019), ese ‘acuerdo’ parece haber sido nuevamente respetado, con la nominación única para el puesto de la búlgara Kristalina Georgieva, exdirectora ejecutiva del Banco Mundial. Esto a pesar de que más de 100 organizaciones de la sociedad civil (OSC) presentaron una carta abierta a los directores ejecutivos y gobernadores del Fondo, pidiendo un proceso de selección justo, abierto y democrático.
El Fondo y el Banco siguen socavando su legitimidad al adherirse a este acuerdo. Aunque el equilibrio de poder económico mundial ha cambiado drásticamente desde la creación de las IBW, sus mecanismos internos de votación y estructuras de poder permanecen en gran medida intactos (véase el Observador de Primavera de 2019).
¿Se mantiene el proceso claramente defectuoso como una herramienta de política exterior económica y ... un instrumento de dominación económica internacional?
La lucha por el dominio occidental
En 1990, cuando cayó el Muro de Berlín y la Unión Soviética implosionó, el peso económico de Europa occidental era aproximadamente similar al de los países asiáticos, así como al del bloque compuesto por Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelandia. Australia, Canadá y Estados Unidos tenían una producción conjunta de USD 6.600 millones, mientras que Asia, incluyendo a China, sumaba USD 6.300 millones y Europa Occidental USD 6.000 millones a la economía mundial.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, el poder económico cambió rápidamente de Occidente a Oriente y, para 2015, las economías de Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelandia pasaron a ser un 40 por ciento más pequeñas que las asiáticas, en términos de PIB total. El mundo había cambiado para siempre. Teniendo en cuenta que los países del G7 contribuyen hoy a menos del 50 por cierto del PIB mundial y las cuotas actuales de los países no pertenecientes al G7 representan más del 50 por ciento de los recursos basados en cuotas del Fondo, es evidente que, en el marco del sistema actual, una minoría de países con minoría de peso económico elige lo que es mejor para la mayoría, lo que transforma a la institución en una parodia de sí misma y en un arma política neocolonial. Lo que queda es la lucha por el liderazgo entre Occidente y Oriente, como lo ilustra acertadamente la reciente llamada guerra comercial entre China y Estados Unidos.
A pesar de estos acontecimientos, las desequilibradas cuotas de voto del FMI siguen intactas, el poder de veto de Estados Unidos sigue vigente y la influencia del Congreso de Estados Unidos en las políticas del FMI sigue siendo una piedra angular.
La elección del candidato a director la hacen los países europeos con el apoyo de otros países del G7 y se ignora al resto del mundo. En 2009, después de la Cumbre del G20 de Londres, el FMI acordó ‘adoptar un proceso abierto, basado en el mérito y transparente para la selección de su director’. Claramente, esto no les importó, ni tampoco a los gobiernos del Norte, según se desprende del proceso de selección.
¿Es imposible adoptar un proceso abierto, basado en el mérito y transparente para la selección de la gestión del FMI, incluso si los derechos de voto están sesgados a favor de unos pocos ricos? ¿Debe estar Europa sobrerrepresentada? ¿Debe el proceso de selección seguir siendo antidemocrático, opaco e ilegítimo en nombre de políticas económicas supuestamente prodemocráticas, ‘no intervencionistas’? ¿O se mantiene el proceso claramente defectuoso como un instrumento de política económica exterior por el Norte Global y, como tal, un instrumento de dominación económica internacional?
Una forma en que el FMI podría tratar de recuperar la legitimidad es redistribuyendo radicalmente las cuotas de voto de los países miembros. Lamentablemente, añadiendo peso a las demandas para reformar las estructuras de gobernanza y desafiar el dominio de Estados Unidos, una reciente propuesta del Tesoro de Estados Unidos anuló la XV Revisión de las Cuotas prevista (véase el Observador de Verano de 2019). El FMI podría tener un proceso de selección de liderazgo para redimirse de alguna forma animando a todos los países miembros a presentar candidatos o abriendo el proceso a las auto nominaciones o a nominaciones no nacionales. El ‘argumento’ de que otros candidatos podrían desafiar la economía de libre mercado del Fondo subraya el carácter ideológicamente impulsado del sistema actual.
Los países del G7 están luchando por crecer a medida que otros países del Sur están creciendo a un ritmo acelerado. Mientras tanto, otros se enfrentan a problemas crecientes de deuda, una vez más, como resultado de la caída de los precios de las materias primas (véase el Dispatch de Primavera de 2019) y de las preocupaciones sobre una inminente recesión mundial. Las actuales potencias dominantes no tienen ningún fundamento moral para dirigir el FMI, si es que quiere cumplir su propósito original: mantener una economía mundial estable y prevenir una crisis como la de los años 30. No lo hizo en 2008 y no lo está haciendo ahora.
Oscar Ugarteche, Universidad Nacional Autónoma de México