Finanzas

Análisis

Previsiones super optimistas del FMI exponen consecuencias nefastas de la respuesta a la Covid-19

20 noviembre 2020 | Traducción:Gustavo Alzugaray

Credit: Picrepo

Mientras el FMI prepara el informe Perspectivas de la Economía Mundial antes de sus reuniones anuales de octubre, se ha planteado la preocupación de que sus previsiones demasiado optimistas entren en conflicto con su narrativa de recuperación de la Covid-19. Tal como señaló en abril el grupo de experto de Washington Center for Global Development (CGD), el FMI pronosticó que el crecimiento disminuirá en 8,4 puntos porcentuales para las economías avanzadas de 2019 a 2020, mientras que sólo en 5,3 puntos porcentuales para los mercados emergentes y las economías en desarrollo (MEED) (véase Al interior de las instituciones,  IMF Forecasting Models). Este relativo optimismo en relación con los MEED se mantuvo en una actualización de junio, cuando el FMI revisó el crecimiento a la baja en 2 puntos porcentuales en todos los ámbitos. Para muchos MEED, los análisis de sostenibilidad de la deuda del FMI proyectan contracciones económicas en 2020, seguidas de un rápido retorno al fuerte crecimiento en 2021, lo que resulta en una llamada “recuperación en forma de V”.

La exactitud de estas previsiones relativamente rosadas se ha puesto en entredicho y los comentaristas se apresuraron a señalar que no coinciden con la narrativa general sobre la Covid-19 del Fondo y hablan de “la peor recesión desde la Gran Depresión y mucho peor que la crisis financiera mundial [2008]”, que podría ser más grave para los países en desarrollo debido a vulnerabilidades adicionales. El CGD publicó un documento de trabajo en mayo advirtiendo que el optimismo del Fondo no era fácil de explicar. Esto fue seguido por un artículo de junio en el que se refirió a la previsión revisada del FMI como “desconcertante”, argumentando que “la evolución posterior a abril debería empeorar las perspectivas de crecimiento para los MEED que para las economías avanzadas, tal vez incluso sustancialmente”. Los economistas Bauer y Mihalyi describieron de manera similar las previsiones de crecimiento de abril del FMI como “demaisado optimistas”, en un post de abril en el medio de noticias The Africa Report, citando recuperaciones “milagrosas” proyectadas para países dependientes del petróleo como Argelia y Chad. Kristina Rehbein, de la organización de la sociedad civil Jubilee Germany, coautora de un próximo informe sobre las proyecciones de crecimiento del FMI en el contexto de la  Covid-19, comentó: “Es sorprendente ver en los análisis de cada país, la rapidez con la que el FMI espera que se materialice el crecimiento sobrecompensante en los países en desarrollo, mientras que los altos dirigentes del FMI advierten simultáneamente del riesgo de una crisis prolongada, de impagos generalizados y una ‘década perdida’ para los países en desarrollo”.

Un vasto conjunto de pruebas demuestra que el FMI sobreestima sistemáticamente el crecimiento. Tal como se citó en The Economist en agosto, “las previsiones [del FMI] para los países en desarrollo en 1990-2016 fueron, en promedio, 0,42 puntos porcentuales por encima de las cifras del PIB publicadas posteriormente”. Una investigación de Cust y Mihalyi publicada en 2017 por la revista del FMI, Finance & Development, demostró que el Fondo sobreestimó en particular el impacto de los descubrimientos de petróleo y gas en el crecimiento económico, pronosticando de forma constantemente errónea que el petróleo y los descubrimientos de minerales impulsarán el crecimiento de inmediato. La revisión interna del FMI sobre el diseño de programas y la condicionalidad realizado en 2018, que abarca el periodo 2011-2017, también concluyó que los supuestos de crecimiento eran a menudo demasiado optimistas, opinión que compartían los directores ejecutivos del FMI que respondían al informe (véase el Observador de Verano de 2019).

El hecho de que el FMI ignore sistemáticamente sus propias advertencias a nivel de cada país concreto podría tener consecuencias nefastas para los países críticamente endeudados y para las decisiones políticas sobre las necesidades de alivio de la deuda de esos países.Kristina Rehbein, Jubilee Germany

Consecuencias de la inexactitud extrema durante la pandemia de Covid-19

Las peligrosas consecuencias de estas tendencias, desde facilitar la complacencia injustificada hasta alimentar futuras crisis, están bien establecidas en un documento de trabajo del FMI de 2018 que demuestra que “las recesiones, los problemas fiscales y las dificultades de la balanza de pagos son más propensos a surgir en economías para las que las previsiones de crecimiento pasado han sido demasiado optimistas”. Reflexionando sobre estas cifras, el artículo de agosto de The Economist supuso que los pronosticadores económicos son un “puñado de tipos alegres” y citó a Maurice Obstfeld, execonomista jefe del FMI, sugiriendo que “tal vez la gente debería simplemente esperar menos pronósticos”. Sin embargo, con una pandemia mundial sin precedentes causando estragos en las comunidades más pobres, la perspectiva de previsiones inexactas que informen la toma de decisiones críticas no es una cuestión de risa.

Con los análisis de sostenibilidad de la deuda del FMI que comúnmente proyectan que los MEED simplemente superarán la crisis, los gobiernos pueden sentirse obligados a endeudarse ante la inacción del Fondo y otros, mientras que en realidad podrían ver recuperaciones en forma de U, en forma de W o incluso en forma de L, esta última asociada con una disminución del PIB a largo plazo. Bauer y Mihalyi señalaron que los países ricos en petróleo son particularmente vulnerables y que sus previsiones de crecimiento del FMI no coinciden con las proyecciones del FMI para el precio del petróleo de 2021 (véase el Observador de Invierno de 2019). El análisis de mayo de la CGD advirtió que los números actuales podrían “legitimar una respuesta poco generosa y con condiciones adicionales por parte de la comunidad internacional”. Antes de una reunión de ministros de finanzas del G20 en octubre, la comunidad por la justicia de la deuda les ha implorado que consideren la posibilidad de ofrecer cancelaciones y reestructuraciones de la deuda, en lugar de medidas temporales de alivio de la deuda basadas en la capacidad de los participantes para cumplir con sus obligaciones, presumiblemente dando la espalda a un crecimiento robusto. Rehbein comentó además: “El hecho de que el FMI ignore sistemáticamente sus propias advertencias a nivel de cada país podría tener consecuencias nefastas para los países críticamente endeudados y las decisiones políticas sobre las necesidades de alivio de la deuda para esos países”.

Mecanismo de renegotación de la deuda de la ONU: una parte crítica de la solución

Si bien a menudo se ha opinado sobre las innumerables razones detrás de estas tendencias e incluyen cuestiones complejas que abordar, como una dependencia excesiva de modelos propensos a la manipulación y la influencia política, así como objetivos poco realistas de consolidación fiscal, una cuestión crítica es el papel del Fondo en la arquitectura de la deuda mundial. La designación del FMI como “prestador de último recurso” implica que su análisis es particularmente influyente con otros acreedores, lo que significa que una proyección de crecimiento a la baja podría llegar a ser autocumplida, presionando al FMI para que preste en circunstancias menos que ideales y politizadas, en lugar de insistir en la reestructuración de la deuda, como en el caso de Grecia (véase el Observador de Primavera de 2015). Además, si bien el Fondo actúa como el principal asesor experto para determinar el grado de alivio que puede estar disponible para un deudor a través de su análisis de sostenibilidad de la deuda, también es un importante acreedor, lo que significa que “tiene una influencia directa en la capacidad de recuperación de sus propios créditos”, tal como explicó en 2013 J. Káiser,también de Jubilee Germany.

Para ayudar a abordar estas dificultades, como parte del Foro sobre Financiamiento para el Desarrollo de las Naciones Unidas, varios gobiernos están discutiendo reformas fundamentales a la arquitectura financiera internacional, entre ellas “[la necesidad] de un mecanismo formalizado de reestructuración de la deuda”. Such a mechanism could offer a critical voice on sovereign debt that is independent from creditors and free from pressures to justify lending packages (véase el Observador de Primavera de 2020).