Mientras la recuperación desigual de la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania exacerban los desafíos económicos, climáticos, sociales y políticos preexistentes (véase el Dispatch Springs 2022), el orden multilateral está una vez más en el centro de atención. Abundan hoy los llamamientos para un nuevo momento Bretton Woods, en alusión al establecimiento de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI después de la Segunda Guerra Mundial.
Los llamamientos a un Nuevo Bretton Woods pasan por alto los orígenes imperialistas del sistema
El 18 de abril el Financial Times publicó un artículo en apoyo a la propuesta de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Janet Yellen, de un nuevo acuerdo de Bretton Woods en una declaración del 13 de abril. La secretaria Yellen señaló la necesidad de un sistema multilateral en el que los países no puedan “utilizar su posición de mercado en materias primas, tecnologías o productos clave para… ejercer una influencia geopolítica no deseada”. El grupo de expertos estadounidense Atlantic Council lanzó recientemente el proyecto Bretton Woods 2.0. Una vez más, los debates sobre la necesidad de un nuevo orden internacional han ido claramente más allá de los confines de sus ‘críticos habituales’ (véase Bretton Woods at 75 conference; Observador de Verano de 2019).
Los comentarios de la secretaria Yellen sobre la necesidad de un nuevo momento Bretton Woods para responder a los desequilibrios en el poder mundial y la “influencia geopolítica no deseada” son bastante extraños cuando se consideran los orígenes del sistema de Bretton Woods y los intereses que se pretendieron proteger con su diseño. Tal como señala la profesora Celine Tan, de la Universidad de Warwick, “las estructuras operativas y de gobernanza de las instituciones de Bretton Woods continúan representando realidades geopolíticas y económicas contemporáneas arraigadas en el colonialismo y el imperialismo”.
"las estructuras operativas y de gobernanza de las instituciones de Bretton Woods continúan representando realidades geopolíticas y económicas contemporáneas arraigadas en el colonialismo y el imperialismo"Professor Celine Tan, University of Warwick
Por lo tanto, en virtud de la obvia disparidad de la naturaleza de los críticos, la cuestión apremiante es qué visión de un orden internacional reformado prevalecerá: ¿Uno que perpetúe o profundice los intereses de las élites internacionales y nacionales y el capital financiero con raíces imperiales, o uno que democratice la gobernanza mundial, redistribuya el poder entre los países del Sur y el Norte Global, sea capaz de responder a la crisis climática, permita a todos los ciudadanos disfrutar de sus derechos humanos y revierta la creciente financierización de la economía mundial y la mercantilización relacionada de los servicios públicos esenciales?
Los llamamientos a un nuevo orden internacional no son nuevos. En febrero de 2014, en el 70º aniversario de las Instituciones de Bretton Woods (IBW), es decir, el Banco Mundial y el FMI, y después de la crisis financiera mundial de 2008, la entonces directora gerente del FMI, Christine Lagarde, pronunció un discurso en el que destacó la necesidad de un “nuevo multilateralismo para el siglo XXI”. En él, pidió un multilateralismo más inclusivo, basado en los “valores de una economía de mercado civil mundial” y subrayó que el sistema debe apoyar “un sistema financiero que sirva a la economía productiva en lugar de a sus propios propósitos”.
Tal como se ha documentado de forma sustancial, las afirmaciones de la exdirectora gerente del FMI sobre los beneficios del sistema han sido amplia y enérgicamente impugnadas (véase el Observador de Invierno de 2020, el de Otoño de 2019 y el Briefing Bretton Woods at 75) tanto por las personas que han sufrido y siguen sufriendo sus consecuencias, como por volúmenes de trabajo académico. A pesar de los llamamientos de la secretaria Yellen a favor de un nuevo sistema multilateral “basado en valores” que legitime el status quo, la importancia de abordar sus críticas persistentes se ha vuelto aún más apremiante después de la pandemia de Covid-19 y las crisis de la seguridad alimentaria (véase el Observador de Verano de 2022) y de la energía exacerbadas por la guerra en Ucrania.
En respuesta a múltiples crisis, los activistas piden una reforma del sistema, no un nuevo Bretton Woods
Aparte de los persistentes llamamientos de la sociedad civil para que las IBW acepten su responsabilidad en virtud de la legislación internacional sobre derechos humanos y la documentación reciente de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por su sigla en inglés) de que la dependencia de los productos básicos sigue siendo una trampa y ha aumentado desde 2009, vale la pena señalar también que la supuesta reducción de la pobreza reclamada por los impulsores del sistema actual es controvertida (véase el Observador de Invierno de 2017-2018). Es decir, el sistema actual no ha cumplido sus promesas de reducir la pobreza y lograr la transformación económica que permitiría a los ciudadanos disfrutar de sus derechos humanos y vivir dentro de los límites ecológicos.
Cualquier esfuerzo para desarrollar un nuevo Bretton Woods debe abordar, por lo tanto, las estructuras de gobernanza inherentemente antidemocráticas de las IBW poniendo fin al acuerdo de caballeros (véase Antecedentes, ¿Qué es el acuerdo de caballeros?), ajustando radicalmente sus estructuras de votación y junta directiva y mejorando la capacidad de los países del Sur Global para influir en sus políticas y programas. Un nuevo Bretton Woods también abordaría la interpretación errónea del FMI y el Banco Mundial de su posición dentro del sistema de las Naciones Unidas, donde se niegan a aceptar su responsabilidad en virtud de la legislación internacional sobre derechos humanos y les exigiría desarrollar un marco de derechos humanos y políticas conexas.
Una Conferencia sobre el financiamiento para el desarrollo podría brindar la oportunidad de avanzar en estas áreas. Tal como subrayó Farwa Sial, de la organización de la sociedad civil Eurodad, con sede en Bélgica, “el replanteamiento actual de las instituciones de Bretton Woods está impulsado por sus miembros más poderosos sirviendo a sus propios intereses. Un marco mucho más eficaz sería una cumbre sobre financiamiento para el desarrollo en las Naciones Unidas, en el que se dé a cada país la oportunidad de negociar el plan para nuevas normas e instituciones que rijan las finanzas, la economía y el comercio mundiales. Esta sería una oportunidad para salir de este estancamiento de poder”.
En este contexto, para replantear la discusión y pedir un orden económico mundial centrado en las personas, justo y ecológicamente sostenible, siguen siendo esenciales las actividades de los movimientos sociales mundiales y aliados como Ibon International, con sede en Filipinas, y el Asian People’s Movement on Debt and Development, y así como las organizaciones de derechos de las mujeres, como Development Alternatives with Women for a New Era, con sede en la India.
Tal como señaló Jason Braganza, del African Forum and Network on Debt and Development, “un sistema basado en normas ya no puede ignorar la voz de regiones de países en desarrollo como África. La pandemia, el clima, los conflictos y otros desafíos sistémicos son evidencia del papel cada vez más profundo de África en la política y la economía mundial y en general. Por lo tanto, cualquier reforma debe tener a los líderes africanos en la mesa creando, no aceptando las normas”. De hecho, la profesora Tan destacó que “una arquitectura económica internacional reformada explicaría el impacto que los países industrializados y sus poderosos actores financieros han desempeñado en la creación de problemas colectivos mundiales, desde el cambio climático hasta la deuda soberana y desde las crisis financieras hasta las guerras comerciales y los conflictos militares. La responsabilidad de abordar estas crisis debe recaer en estos poderosos actores, por lo que deben rendir cuentas de sus acciones y otorgar las reparaciones apropiadas” (véase el Observador de Otoño de 2020).
FfD4: ¿Una rara oportunidad para un cambio estructural concreto?
Si bien los intercambios en la conferencia Eurodad 2022 en Bruselas, en junio, variaron desde la desigualdad de las vacunas hasta “garantizar la primacía de los derechos humanos en tiempos de crisis sistémicas”, también se llevaron a cabo discusiones sobre la importancia de apoyar los llamamientos sobre una potencial 4ª Conferencia de finanzas para el desarrollo (FfD4 por su sigla en inglés) de las Naciones Unidas durante 2023, para buscar reformas estructurales urgentemente necesarias a la arquitectura internacional.
Aunque reconocieron que el sistema de las Naciones Unidas no es inmune a los desequilibrios de poder en los que se basa el orden económico mundial actual, los participantes señalaron que una 4ª conferencia podría proporcionar un mecanismo importante para los cambios estructurales, tal como un organismo tributario de las Naciones Unidas, un mecanismo de renegociación de la deuda de las Naciones Unidas o un impuesto mundial sobre las transacciones financieras. Destacaron que la estructura de gobernanza de la ONU (que, a diferencia de las IBW, permite a todos los países contar con una voz igualitaria y tiene una capacidad única para tomar decisiones legalmente vinculantes que afectan la arquitectura financiera internacional) convierte a la FfD4 en un foro importante para la acción colectiva.
Los participantes en la discusión también reconocieron que, dados los intereses alineados con los cambios estructurales significativos, tal como se articulan en la agenda “Miles de millones a billones” (véase el Observador de Otoño de 2017), el marco de Desarrollo Verde, Resiliente e Inclusivo del Banco Mundial y una mayor dependencia de las inversiones que tienen en cuenta cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) como herramienta de desarrollo, será necesario un esfuerzo verdaderamente concertado por parte de los movimientos sociales, la sociedad civil, los sindicatos y los académicos progresistas para contrarrestar los esfuerzos para utilizar el ‘nuevo momento Bretton Woods’ para profundizar el actual modelo fallido y dar pasos concretos hacia un sistema económico más justo.