El G20 publicó en julio una revisión independiente de los marcos de adecuación de capital (MAC) de los bancos multilaterales de desarrollo (BMD). La revisión sigue a un Plan de Acción del G20 de 2015 sobre optimización de balances y, tal como se resumió en un artículo de Devex en julio, propuso que los BMD emprendan acciones concertadas para impulsar sus préstamos, incluida una menor dependencia de las evaluaciones externas de calificación crediticia. En el examen se hizo hincapié en que las recomendaciones propuestas darían lugar a una mayor capacidad de préstamo por parte de los BMD en tiempos de extremas limitaciones de recursos, lo que mejorará la respuesta a las crisis mundiales.
También en julio, el Banco Mundial publicó un informe titulado Navigating Multiple Crises, Staying the Course on Long-term Development [Navegar las crisis múltiples, mantener el curso hacia el desarrollo a largo plazo], que describe muy bien la respuesta de la institución a “las crisis que afectan a los países en desarrollo”. El informe sigue a la ‘Hoja de ruta propuesta’ del Banco lanzada en abril, en respuesta a la guerra en Ucrania. Establece cuatro pilares interrelacionados, que combinan la respuesta a las crisis y el desarrollo a largo plazo: i) responder a la inseguridad alimentaria; ii) proteger a las personas y preservar los puestos de trabajo; iii) fortalecer la resiliencia; iv) fortalecer las políticas, las instituciones y las inversiones.
El informe del Banco hace una lectura sombría y afirma que las crisis son consecuencia de una combinación de la “pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania, la seguridad alimentaria y nutricional, los altos precios de la energía, el endurecimiento de las condiciones financieras, el riesgo de problemas de deuda y las perturbaciones climáticas”. Si bien se hace referencia al aumento de la desigualdad, no se la incluye en los elementos que comprenden las crisis actuales. También es notable por su ausencia la crisis de austeridad y la mención de la falta de avances en la transformación económica (véase el Observador de Invierno de 2017-2018), con muchos países que aún dependen de las exportaciones de productos básicos, y la disminución a largo plazo de la capacidad estatal resultante, en gran medida, de las políticas respaldadas por el Banco Mundial y el FMI, como la privatización de la salud, la educación y otros servicios públicos esenciales (véase el Observador de Verano de 2022, el de Verano de 2021 y el de Invierno de 2020).
Cada día que pasa sin que el Banco cambie su enfoque de desarrollo, incluso evadiendo la responsabilidad por los fracasos de las políticas, más entendemos por qué los movimientos sociales son escépticos sobre sus continuas operaciones en el Sur Global.Rodolfo Lahoy, IBON International
Optimización de los balances de los BMD: ¿Dónde está la optimización del impacto en el desarrollo?
Rodolfo Lahoy, de la organización de la sociedad civil filipina IBON International, habló en nombre de muchas comunidades e individuos afectados negativamente por las políticas del Banco Mundial enfatizando que “el Banco habla de respuesta a las crisis, pero permanece en silencio sobre su propia responsabilidad en las crisis. Cada día que pasa sin que el Banco cambie su enfoque de desarrollo, incluso evadiendo la responsabilidad por los fracasos de las políticas, más entendemos por qué los movimientos sociales son escépticos sobre sus continuas operaciones en el Sur Global”.
El marco de respuesta a la crisis del Banco Mundial deja en claro que el capital adicional puesto a disposición a través de cambios en su MAC no logrará el mayor impacto en el desarrollo que se necesita con urgencia. Es revelador que el informe no considere ningún vínculo entre las crisis que identifica y la dependencia del Banco de los enfoques del desarrollo financierizados y dirigidos por el sector privado (véase el Observador de Primavera de 2022; Dispatch Springs 2020). Es decepcionante, por ejemplo, que las referencias a la evolución de la crisis de la seguridad alimentaria no hablen de los impactos bien documentados de la financierización de la producción de alimentos y la especulación financiera relacionada con los precios de los alimentos (véase el Observador de Verano de 2022 y el de Primavera de 2020).
Del mismo modo, si bien el informe destaca que “la distribución y administración de vacunas sigue siendo una necesidad urgente”, se abstiene de comentar las consecuencias catastróficas de la falta de voluntad de algunos de sus principales accionistas – y la oposición del presidente del Banco Mundial, David Malpass – para apoyar la renuncia temporal a los derechos de propiedad intelectual (ADPIC) con el fin de facilitar la producción urgentemente necesaria de vacunas contra el Covid-19 en los países de ingreso medio y bajo (véase el Observador de Verano de 2022 y el de Primavera de 2021). Tampoco aborda el impacto negativo bien documentado de la privatización de los servicios públicos, incluidos los servicios de salud, respaldada por el Banco (véase el Observador de Verano de 2022). Las implicaciones de estas deficiencias se ven agravadas por el hecho de que el tercer pilar del enfoque propuesto se centra precisamente en la preparación para crisis y pandemias y el apoyo a los “sistemas de protección social adaptativos”, en lugar de hacerlo en la cobertura universal.
Respuesta anclada en reformas institucionales que permitan el GRID
Las preocupaciones de la sociedad civil se ven exacerbadas aún más por el enfoque propuesto por la visión de Desarrollo Verde, Resiliente e Inclusivo (GRID, por su sigla en inglés) del Banco. El informe enfatiza que “las intervenciones del Grupo Banco Mundial (GBM) en el marco del Pilar 4 se centrarán en políticas a largo plazo para avanzar en la agenda del GRID y ayudar a reconstruir mejor”. Esto a pesar de las críticas a largo plazo de la sociedad civil y otros al marco de Maximizar el Financiamiento para el Desarrollo del Banco (véase el Observador de Verano de 2017), ahora incorporado al GRID, tal como se discutió en el Foro de Políticas de la Sociedad Civil de las Reuniones de Primavera del pasado mes de abril. Es preocupante que el informe enfatice en todo momento que las respuestas del Banco dependerán mucho del Financiamiento de Políticas de Desarrollo (FPD), un instrumento que exige condiciones (es decir, ‘acciones previas’) a cambio de préstamos o donaciones de apoyo al presupuesto, y que queda fuera de las salvaguardias sociales y ambientales de la institución (ver el Dispatch Springs 2021), tal como se describe en una respuesta de la sociedad civil a la retrospectiva del FPD de diciembre. Es evidente que el FPD seguirá utilizándose activamente para integrar las reformas que el Banco considere necesarias con el fin de crear un entorno propicio para las empresas, lo que agravará las consecuencias negativas a largo plazo de lo que la profesora Daniela Gabor de la Universidad de Bristol llama el Consenso de Wall Street, es decir, la ‘reducción del riesgo’ de las inversiones del sector privado por parte de los BMD y los Estados (véase el Observador de Otoño de 2022 y el Dispatch Annuals de 2021).
El documento destaca que el Banco Mundial proyecta el desembolso de USD 170.000 millones (con USD 60.000 millones en ‘beneficios climáticos colaterales’) en apoyo a su respuesta a la crisis durante los próximos 15 meses (abril de 2022 a junio de 2023). Sin embargo, destaca que el plan de financiamiento propuesto a 15 meses “estirará las finanzas del GBM y limitará la disponibilidad de financiamiento del Banco Mundial en años posteriores”, lo que plantea la posibilidad de un futuro aumento de capital en el horizonte (véase el Observador de Otoño de 2018).
El marco de respuesta a las crisis propuesto por el Banco deja en claro que la propuesta del G20 no hace nada para abordar la necesidad fundamental de reformas de políticas de los BMD, necesarias para garantizar que el aumento de los recursos contribuya a las soluciones a las múltiples crisis que enfrentan la humanidad y, en especial, los más pobres.