Gobernanza de las IFI

Análisis

Déficit democrático en la elección presidencial del Banco Mundial: ¿Dónde está la evolución?

5 mayo 2023 | Traducción:Gustavo Alzugaray

Este artículo está disponible en Francés aquí.

La falta de gobernanza democrática y rendición de cuentas en el Grupo Banco Mundial es un problema clave en la gobernanza mundial y la arquitectura financiera. Pese a ello, sigue sin ser abordado. La nominación de Ajay Banga para presidente del Banco Mundial, por parte del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dos días después de la renuncia pública de David Malpass (quien fuera designado por Trump), ha hecho renacer estas críticas. La junta del Banco probablemente aprobará el nombramiento de Banga sin prestar atención a los llamados a un proceso democrático, transparente y basado en el mérito.

El proceso de selección del presidente del Banco es una causa y un síntoma de la mala salud de la institución (véase Antecedentes, Qué es el ‘acuerdo de caballeros’), pero está lejos de ser el único. Los gobiernos ricos del Norte Global tienen un poder de decisión significativamente mayor (véase Al interior de las instituciones, Toma de decisiones y gobernanza del FMI y el Banco Mundial). La sociedad civil no forma parte de la gobernanza del Banco. Además, el Banco sostiene que no debe cumplir con las obligaciones internacionales de derechos humanos y, por lo tanto, no puede rendir cuentas ante los tribunales nacionales.

El Banco publicó recientemente su “hoja de ruta de la evolución”, que abre la puerta a un cambio en su visión, misión y forma de trabajo, mientras que muchos cuestionan si la arquitectura financiera internacional está capacitada para hacer frente a la actual crisis múltiple de desigualdad, colapso ecológico, cambio climático, pandemias, etc. El proceso de nombramiento del nuevo presidente llega en este momento crucial y podría indicar la voluntad política del Banco de emprender reformas reales.

El Banco Mundial actúa como un gobierno en la sombra en el sistema de gobernanza mundial

El Banco dice que es una agencia de desarrollo económico apolítico, pero en la práctica es un actor geopolítico clave, que establece estándares mundiales y da forma a la legislación, la política y el espacio fiscal y cívico en el ámbito nacional, particularmente en países de ingreso medio y bajo. El Banco promueve un modelo neoliberal de desarrollo vertical que no es políticamente neutral. Sin la participación de las comunidades afectadas y los grupos de la sociedad civil, las actividades respaldadas por el Banco están alimentando abusos contra los derechos humanos y aumentando la desigualdad.

El Banco se ha enfocado durante mucho tiempo en promover la privatización. El uso del financiamiento basado en la deuda y la condicionalidad de las políticas, presionando por la desregulación en nombre de la creación de un entorno propicio para el sector privado (véase el Observador de Invierno de 2021), ha erosionado cada vez más la capacidad del Estado. El Banco ha sido acusado, incluso, de haber apoyado a clientes privados para evadir impuestos en países que albergan proyectos, mediante el depósito de fondos en paraísos fiscales.

El Banco también está contribuyendo, directa e indirectamente, a exacerbar las restricciones del espacio cívico y las represalias contra las personas que hablan contra las actividades que apoya. Muchas élites económicas y gobernantes están utilizando proyectos respaldados por el Banco para promover aún más el autoritarismo y la captura empresarial, mantener el déficit democrático y los desequilibrios de poder en sus propios países, así como silenciar la disidencia mediante tácticas de difamación, amenazas y violencia.

A menos que haya una transformación profunda, las comunidades del Sur Global no llegarán a ninguna parte siguiendo la nueva hoja de ruta del Banco. Un paso pequeño, aunque importante, hacia esta transformación más amplia podría ser un proceso de selección del próximo presidente abierto, basado en el mérito y transparente. Desafortunadamente, la nominación de Ajay Banga – ex director ejecutivo de MasterCard y banquero de inversiones, sin conocimiento experto demostrable en desarrollo ni derechos humanos – es una señal de que se trata de más de lo mismo: Redirigir los recursos públicos para generar ganancias privadas sin transparencia, ni rendición de cuentas, ni participación.

Más dinero no se traducirá necesariamente en mejores resultados de desarrollo

Una cosa está clara: El solo hecho de darle más fondos al Banco Mundial no solucionará ninguna crisis mundial. Los tipos de intervenciones que adopte el Banco determinarán si van a ayudar a las personas y al planeta y si apoyarán a los Estados en el cumplimiento de sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.

El Banco tiene un papel potencialmente importante en la movilización de recursos cruciales que las comunidades del Sur Global podrían utilizar para responder a la actual crisis múltiple. Pero estas crisis no son solo una cuestión de recursos, son temas éticos y distributivos arraigados en asuntos de justicia, equidad y administración planetaria. La forma en que se enmarquen estas crisis, así como las respuestas que se elijan, determinarán la cantidad y el tipo de brechas de recursos que los Estados deben superar para cumplir con sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos y responder a las necesidades de sus ciudadanos y del planeta.

Para que el Banco siga siendo relevante, son cruciales la gobernabilidad democrática y la rendición de cuentas

Muchos se preguntan si el Banco Mundial, con su déficit democrático, es la institución adecuada para identificar y llenar el vacío. La Iniciativa Bridgetown, que pide la reforma del Banco y del Fondo Monetario Internacional, encabezada por la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, está recibiendo un apoyo cada vez mayor.

La hoja de ruta de evolución del Banco brinda la oportunidad de emprender reformas que vayan más allá de una institución un poco mejor dotada de recursos pero que, en gran medida, no ha cambiado. Debe incluir medidas para aumentar la gobernabilidad democrática y la rendición de cuentas, así como remodelar la misión, la visión y el modelo del Banco para promover un desarrollo basado en los derechos humanos y liderado por la comunidad. Se recibe con beneplácito el hecho de que reconozca la necesidad de más mecanismos basados en donaciones en lugar de deuda. Sin embargo, debemos trabajar hacia un enfoque transformador con una mayor participación de las personas directamente afectadas por la gobernanza del Banco y sus operaciones.

El Banco debe aprovechar el año 2023, el 75º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, para desarrollar una política de derechos humanos en consulta con las comunidades locales y sus aliados. La política debe incluir un plan para adoptar indicadores para un desarrollo basado en los derechos humanos y dirigido por la comunidad, la debida diligencia en materia de derechos humanos para todas las inversiones en proyectos e intervenciones políticas, así como un marco de reparación eficaz para cuando las comunidades se vean perjudicadas.

Los accionistas del Banco deben revisar su sistema de gobernanza para que sea más equitativo, observando los modelos existentes y adaptándolos para que se ajusten mejor a su propósito. Por ejemplo, la Asamblea General de las Naciones Unidas usa el sistema de un país, un voto. Además, el Fondo Verde del Clima, un socio de financiamiento del Banco, incluye observadores de la sociedad civil sin derecho a voto en su junta directiva. El Banco debería trabajar consultivamente con las comunidades de base y sus aliados para explorar estructuras similares y más representativas que tengan en cuenta las emisiones de carbono (véase el Observador de Invierno de 2022), el nivel de riesgos relacionados con el clima, las transferencias históricas de riqueza debido a la colonización, los niveles de población, etc. Esto permitiría a las personas más afectadas por las actividades del Banco tener voz en su gobernanza y equipar al Banco para abordar los desafíos descritos en la hoja de ruta.

Estados Unidos, que actualmente es el mayor accionista del Banco, debería liderar con el ejemplo en compartir y delegar el poder de toma de decisiones. Debería dar el primer paso alejándose del acuerdo de caballeros que ha dado forma al liderazgo del Banco y el FMI desde su creación. Esto indicaría la seriedad del gobierno de Estados Unidos para abordar el cambio climático de una manera justa y sostenible a través del proceso de la hoja de ruta de evolución y más allá.