Finanzas

Análisis

Financiamiento para el desarrollo de la ONU: ¿La mejor oportunidad para democratizar la gobernanza económica mundial?

3 agosto 2023 | Análisis externo | Traducción:Gustavo Alzugaray

The civil society FFD Chronicle discussing governance reform at the 2023 FfD Forum in New York. Image from Civil Society FfD Mechanism by Marisol Ruiz

Las Instituciones de Bretton Woods (IBW) – el Banco Mundial y el FMI – son históricamente conocidas por su falta de gobernanza democrática y rendición de cuentas: su estructura de accionistas sesga el poder de toma de decisiones hacia los países del Norte Global, su selección de liderazgo se basa en un arbitrario acuerdo de caballeros entre Estados Unidos y Europa (véase Al interior de las instituciones, ¿Qué es el acuerdo de caballeros?), y niegan que las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos sean vinculantes para sus operaciones (véase Al interior de las instituciones, IMF and World Bank decision-making and governance). A pesar de sus estructuras neocoloniales, las IBW continúan desempeñando un papel descomunal en la configuración de la deuda internacional y la arquitectura financiera, al ser los principales acreedores, creadores de normas globales y prescriptores de políticas para el Sur Global.

Sin embargo, existe un foro con el mandato de abordar la gobernanza económica mundial en el que cada país tiene la misma voz: las Naciones Unidas. En particular, el proceso de Financiamiento para el Desarrollo (FpD) de las Naciones Unidas constituye el único espacio inclusivo y verdaderamente democrático para avanzar en las reformas sistémicas necesarias para rediseñar una arquitectura financiera internacional sesgada y disfuncional para que apoye el desarrollo sostenible centrado en los derechos humanos.

Sorprendentemente, tanto el FMI como el Banco Mundial se constituyeron como agencias especializadas de la ONU, pero históricamente se han separaron del sistema de las Naciones Unidas. Difieren en la membresía y la gobernanza y, en contraste con las IBW, el cambio climático, la desigualdad y los derechos humanos están en el centro de la misión de la ONU.

El proceso de FpD de la ONU sigue estando en una posición única para fomentar la cohesión de políticas sobre la gobernanza económica mundial y garantizar que todos los países tengan un lugar en la mesa de toma de decisiones para dar forma a una economía mundial más justa y sostenible.Flora Sonkin y Iolanda Fresnillo

El FpD debe convertirse en el espacio para una gobernanza económica mundial equitativa

El proceso de FpD tiene sus raíces históricas en el descontento activo de los países del Sur Global sobre las deficiencias sistémicas de la arquitectura financiera internacional y las desigualdades históricas que la definen. La primera Conferencia Internacional sobre Financiamiento para el Desarrollo se celebró en Monterrey, México, en 2002, tras la crisis financiera asiática. Fue un intento de recuperar la voz de la ONU dentro del sistema económico y financiero mundial y resultó en el “Consenso de Monterrey”, que inició un proceso hacia normas y acciones coherentes y basadas en los derechos para crear un espacio político donde los países del Sur Global puedan financiar de manera sostenible su propio desarrollo.

Aunque la deuda, la movilización de recursos domésticos y otras cuestiones de gobernanza económica internacional están en el centro de la agenda del FpD, este y otros procesos de la ONU relacionados con la reforma económica mundial han sido sistemáticamente marginados en favor de las IBW. Los intentos de avanzar en las reformas sobre la arquitectura de la deuda y la regulación de los mercados financieros bajo los auspicios de la ONU, por ejemplo, han sido bloqueados por los países del Norte Global. Sin embargo, la democratización de la gobernanza económica mundial ha permanecido en el centro del proceso de FpD desde el “Consenso de Monterrey”. Las organizaciones de la sociedad civil (OSC) y el sector privado son reconocidos como socios en el proceso, lo que convierte al FpD en un espacio inclusivo único para discutir temas económicos mundiales en todas sus dimensiones sistémicas.

En cuanto a la resolución de la deuda soberana, por ejemplo, si bien el FpD podría ofrecer un proceso inclusivo en el que los países prestatarios tengan la misma voz bajo el sistema de “un país, un voto” y las OSC participen, el FMI y el Banco Mundial impulsan discusiones en foros dominados por acreedores como el G20 o la reciente Mesa Redonda Mundial sobre la Deuda Soberana. Esta es precisamente la razón por la que la sociedad civil ha estado pidiendo un proceso intergubernamental para discutir la reforma de la arquitectura financiera internacional y el establecimiento de un marco multilateral de resolución de la deuda soberana bajo los auspicios de la ONU.

El impulso se basa en la cooperación internacional para hacer frente a múltiples crisis

En los últimos meses, el proceso de PfD de la ONU ha recuperado fuerza debido a dos grandes pasos adelante: la aprobación por consenso de una resolución presentada por el Grupo Africano para un proceso intergubernamental sobre cooperación tributaria en las Naciones Unidas y el impulso hacia la cuarta Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo, que tendrá lugar probablemente en 2025.

Los problemas de la evasión fiscal y los flujos financieros ilícitos, que han sido planteados por los países en desarrollo desde el inicio del proceso de FpD, cuestan a los gobiernos de todo el mundo cientos de miles de millones de dólares en ingresos tributarios perdidos por año. Este es uno de los principales impedimentos estructurales para la transformación socioeconómica de los países del Sur Global y sigue siendo una opción política, con el progreso multilateral socavado por décadas de resistencia de las economías de la OCDE. La reciente resolución ofrece una oportunidad concreta para impulsar las muy necesarias acciones de reformas del sistema tributario internacional.

Dado que las IBW no logran llevar a cabo su propia transformación en respuesta a los desafíos apremiantes que enfrentamos hoy (véase el Dispatch Springs 2023), una cuarta Conferencia de FpD nunca ha sido más urgente, dada la necesidad de reforma estructural y financiamiento en el contexto de las secuelas de la pandemia de Covid-19, los niveles de desigualdad del siglo XIX, el aumento de la inestabilidad social y política, y la aceleración de la emergencia climática.

Mientras los países del Norte Global intentan crear foros separados, como la Cumbre Finanzas en Común o la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, donde pueden establecer la agenda y dirigir los resultados, el proceso de FpD de la ONU sigue estando en una posición única para fomentar la cohesión de las políticas sobre la gobernanza económica mundial y garantizar que todos los países tengan un lugar en la mesa donde se toman las decisiones para dar forma a una economía mundial más justa y sostenible.