Las discusiones sobre la Hoja de Ruta de Evolución del Banco Mundial afectan a la mayoría de los bancos multilaterales de desarrollo (BMD), que se centran en gran medida en las formas de proporcionar más recursos y mejorar la eficacia para abordar los desafíos mundiales. Las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático están en el centro de la agenda, que está liderada principalmente por los países desarrollados. Si bien la mayoría de los países en desarrollo en general apoyan la agenda, también han declarado que las acciones de las instituciones en materia de sostenibilidad ambiental no deben desfinanciar la lucha contra la pobreza, el hambre y la desigualdad, y deben centrarse en impulsar el crecimiento económico tras los impactos de la pandemia de Covid-19, por lo que proponen la necesidad de BMD más grandes y la movilización de recursos privados. Además, sostienen que la eficacia de un programa de reformas depende de que los países en desarrollo tengan más voz y de que desempeñen un papel más equilibrado en la toma de decisiones. Dado que el financiamiento de los BMD debe utilizarse para satisfacer las demandas de los países prestatarios, su verdadera posesión de la toma de decisiones es fundamental para garantizar el éxito.
Un mundo de desafíos cambiantes y la necesidad de seguir siendo relevantes dieron lugar a la agenda de reforma de los BMD
Los BMD deben responder a la crisis climática, encontrar formas de ampliar los volúmenes de financiamiento y aumentar la eficacia de los proyectos ejecutados en los países en materia de desarrollo. En lo que respecta a los recursos, los debates actuales se centran principalmente en el uso más eficiente del capital, en particular a través de la revisión por parte del G20 del marco de adecuación de capital de los BMD y las medidas de optimización del balance propuestas (véase el Observador de Otoño de 2022); elaborar modelos para el uso de los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI (véase Al interior de las instituciones, ¿Qué son los Derechos Especiales de Giro (DEG)?; el Observador de Otoño de 2023 y el de Primavera de 2022); la creación de nuevas formas de capital híbrido para movilizar recursos sin solicitar a los parlamentos la aprobación de las contribuciones de capital; entre otros.
Estas alternativas, si bien no son irrelevantes, han demostrado ser insuficientes en comparación con las necesidades de financiamiento para el desarrollo. Si bien aún no existe un consenso técnico sobre el modelo adecuado para el uso de los DEG en los bancos de desarrollo, las administraciones de los BMD están haciendo todo lo posible para avanzar hacia un enfoque menos conservador en cuanto al apetito de riesgo, optimizando así los balances y prestando más, pero un aumento de capital de los accionistas generaría varias veces más, según estimaciones del Banco Mundial. Las mismas estimaciones muestran que el capital híbrido sería costoso para los prestatarios, aproximadamente entre 250 y 300 puntos básicos más alto que el coste normal de endeudamiento del mercado del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, el brazo prestamista del Banco para países de ingreso medio. Además, estas medidas conllevan incertidumbres sobre su impacto real en la gobernanza. Dado el comportamiento procíclico del financiamiento privado en tiempos de crisis sistémica, es difícil anticipar su disponibilidad cuando los países más necesitan a los BMD. Por lo tanto, existe una disparidad significativa entre la ambiciosa agenda sobre clima y las medidas financieras propuestas. La movilización de fondos significativos para el desarrollo exige la coordinación de los sectores público y privado y la creatividad con los balances, pero también es imperativo escuchar las advertencias de los países en desarrollo de que un uso más eficiente del capital actual no suplirá a la necesidad de considerar el aumento de capital.
La eficacia de un programa de reformas depende de que los países en desarrollo tengan más voz y de que desempeñen un papel más equilibrado en la toma de decisiones
Avanzar en la agenda sobre clima de manera holística y alinearla con el desarrollo social y económico, puede llevar a consenso. Esto no se debe únicamente a que no puede haber concesiones en el financiamiento de estas prioridades, sino también a que pueden integrarse de forma virtuosa y reforzarse mutuamente. Así como la inclusión social contribuye al crecimiento económico al impulsar el consumo y la producción a través del aumento de los ingresos de las familias, también beneficia directamente al clima, ya que las empresas y los trabajadores locales pueden alejarse de las actividades que dañan el medio ambiente. Las iniciativas de protección del medio ambiente, ya sea a través de infraestructuras sostenibles, fuentes de energía alternativas o una mayor eficiencia e inversiones en industrias descarbonizadas, estimulan la demanda de diversos bienes y servicios, fomentan los efectos indirectos de la innovación y crean oportunidades de empleo de mejor calidad. En consecuencia, esto tiene un impacto positivo en la inclusión social y el crecimiento económico, lo que a su vez refuerza los ingresos fiscales, mejorando así la capacidad del gobierno para aplicar políticas ambientales y sociales pertinentes.
El desafío mundial de hacer frente al cambio climático agrava los imperativos históricos de erradicar la pobreza y reducir las disparidades tanto dentro de los países como entre ellos. Es necesario que los países más ricos prioricen el cambio climático y se descarbonicen masivamente, mientras que los países en desarrollo deben coordinarse para garantizar que los recursos se dirijan a través de los BMD para su utilización eficiente en los esfuerzos de adaptación y mitigación. Con el tiempo, los países desarrollados deberían reconocer que la ambiciosa agenda para el clima también requerirá ambición con respecto a las finanzas públicas para los aumentos de capital de los BMD. Para lograr reformas efectivas desde el punto de vista político, las voces de los países en desarrollo deben estar debidamente representadas en la toma de decisiones en la arquitectura financiera internacional, de modo que se pueda elaborar un programa integrado que fomente un sentido de apropiación entre los países prestatarios.
* Las opiniones y puntos de vista expresados en el texto son los del autor y no necesariamente representan los puntos de vista y opiniones del Grupo BID.