Argentina, el mayor deudor del FMI con una deuda total pendiente de USD 46.000 millones, ha utilizado recientemente el equivalente a CNY 2.800 millones de un canje bilateral de divisas con China, para cubrir poco más de la mitad de dos pagos pendientes de un préstamo del FMI de 2018, con el fin de evitar un impago al Fondo. Si bien la medida ayudará a desbloquear más financiamiento del FMI, también pone de relieve una falla fundamental en el sistema de la Red Global de Seguridad Financiera (GFSN, por su sigla en inglés).
La capacidad del FMI para garantizar la estabilidad financiera y gestionar las crisis financieras mundiales se ve cada vez más socavada debido a su creciente incapacidad para aumentar su capacidad de recursos y reformar su sistema de gobierno. Esto pone de manifiesto importantes lagunas en la GFSN y está obligando a los países a recurrir a los canjes de divisas que afianzan las relaciones de poder asimétricas y perpetúan el statu quo. De hecho, la crisis del Covid-19 ha demostrado que el FMI no ha proporcionado la liquidez necesaria, de USD 2,5 billones, estimada por la ONU. La asignación de USD 650.000 millones en Derechos Especiales de Giro (DEG) no solo resultó insuficiente, sino que además se distribuyó de manera desigual, ya que los países con las necesidades más apremiantes recibieron la asignación más baja.
La ausencia de una reforma de la gobernanza del FMI es un caldo de cultivo para fuentes alternativas de financiamiento
El rastreador GFSN de la Universidad de Boston revela que el FMI ya no es la fuente más importante de prevención de crisis y respaldo para todos los grupos de ingresos, con una mayor preferencia por los canjes bilaterales de divisas de los bancos centrales por parte de los países que pueden acceder a ellos. Por ejemplo, durante la crisis financiera mundial de 2008, los acuerdos de canje de Estados Unidos ascendieron a USD 850.000 millones, cuatro veces los activos brutos del FMI. El 19 de marzo de 2020 la Reserva Federal reactivó las líneas de canje con nueve bancos centrales y duplicó sus límites de canje.
Si bien las líneas de canje de los bancos centrales están destinadas a aliviar las presiones de financiamiento externo, su acceso está determinado principalmente por intereses geopolíticos y económicos. Se sabe que los países los utilizan como herramientas políticas para internacionalizar su moneda, como en el caso de China, o mantener la jerarquía monetaria y dominar el estatus de prestamista internacional de última instancia, como en el caso de Estados Unidos (véase el Observador de Otoño de 2022).
El peligro de acceder a los canjes de divisas de los bancos centrales, a diferencia del financiamiento del FMI, es que el acceso a los canjes de divisas no es predecible y no se basa en normas acordadas multilateralmente. Esto podría socavar elementos clave de la GFSN, como las normas multilaterales de préstamo y la previsibilidad del acceso al financiamiento para las crisis. Además de la naturaleza geopolítica contingente de los canjes de divisas, excluyen a una gran mayoría de los países de ingreso bajo y medio y, por lo tanto, refuerzan aún más las asimetrías existentes en el sistema financiero internacional.
La única manera de resolver este problema sistémico es hacer de los DEG la principal fuente de financiamiento anticíclico y reformar el sistema de gobernanza del FMI, desvinculando los DEG del sistema de cuotas y garantizando una representación más equitativa de los países en el proceso de toma de decisiones del FMI (véase el Observador de Otoño de 2023). Si bien los accionistas del FMI siguen siendo cautelosos a la hora de utilizar los DEG como instrumento de la GFSN, las organizaciones de la sociedad civil llevan años pidiendo nuevas asignaciones de DEG para aumentar las reservas y estabilizar las economías después de la pandemia, y una distribución más justa basada en las necesidades de financiamiento de los países en lugar del sistema de cuotas. La urgente reforma de la estructura de gobierno del FMI sigue siendo la solución más viable para que la GFSN funcione bien y garantice la estabilidad del sistema multilateral en un momento de creciente inestabilidad.