Durante las Reuniones Anuales del Banco Mundial y el FMI celebradas en octubre en Marrakech, escuchamos al presidente del Banco, Ajay Banga (quien prefiere que se dirijan a él por su nombre de pila), decir que el Banco Mundial necesita evolucionar hacia un Banco “mejor” y “más grande” que opere a mayor velocidad y escala. Esto generó preocupación entre las organizaciones de la sociedad civil (OSC), como las dos que representamos, las cuales han sido testigos en repetidas ocasiones de los daños ambientales y sociales causados por los proyectos del Banco Mundial y han experimentado lo difícil que es para las personas afectadas obtener reparación por esos daños. A pesar de nuestros bien fundados temores de que un banco más grande que funcione a un ritmo más rápido causará más daño, estamos preparados para ofrecer a Ajay un trato.
Así que, Ajay, esta es la propuesta: podemos aceptar que el Banco debe evolucionar y que “poner fin a la pobreza en un planeta habitable” exige acciones audaces. A cambio, pedimos que el Banco acepte y asuma los riesgos de esas acciones.
En otras palabras, el Banco necesita agregar las reparaciones a su Manual de Evolución.
Adoptar un nuevo enfoque de solución en línea con los PRNU ayudará al Banco a abordar las crisis de nuestro tiempo sin externalizar el riesgo en las comunidades pobres a las que se ha comprometido a servir.
En pocas palabras, “reparar” significa tomar medidas para garantizar que se aborden y rectifiquen los efectos adversos sobre los derechos humanos que producen los proyectos de desarrollo. A falta de un compromiso de reparación, incluso con la mejor de las intenciones, el Banco financiará proyectos que externalicen los costes para las personas afectadas por el proyecto y el medio ambiente. Agregar reparaciones a su manual no tiene por qué ralentizar al Banco ni hacerlo más reacio al riesgo. Por el contrario, adoptar medidas correctivas le permitirá avanzar más rápidamente en iniciativas más audaces, con la seguridad de saber que tiene las herramientas para corregir el rumbo si las cosas van mal (véase el Observador de Verano de 2022).
Sin embargo, hemos observado una intensa resistencia por parte del Banco. A principios de este año, la Corporación Financiera Internacional (CFI), el brazo del Banco para el sector privado, abrió una consulta pública sobre una propuesta de enfoque sobre las reparaciones. En 2020 un examen de expertos independientes, dirigida por el exdirector ejecutivo de la CFI, Peter Woicke, hizo recomendaciones puntuales sobre la necesidad de un marco de reparación. Sin embargo, en lugar de abordar las recomendaciones de Woicke, la CFI lanzó una cortina de humo, proponiendo un piloto de medidas indefinidas aparentemente diseñadas para distraer la atención de su falta de voluntad para reparar los daños causados por sus proyectos. La sociedad civil mundial desaprobó el documento en su totalidad e instó a la CFI a volver a la mesa de diseño y a redactar un enfoque que concuerde con los estándares internacionales.
Según los Principios Rectores Sobre las Empresas y los Derechos Humanos (PRNU) de la ONU, si el financiador de un proyecto contribuye al daño, también debe contribuir a la reparación. Un financiador contribuye al daño si: (a) tiene conocimiento de, o debería haber conocido, los impactos adversos potenciales o reales sobre los derechos humanos causados por un cliente o inversor o (b) no toma medidas razonables para prevenir o mitigar dichos impactos a través de sus procesos de diligencia debida y supervisión.
El escándalo de Bridge Academies apunta a la urgente necesidad de un fondo de reparación de la CFI
La impactante noticia sobre el abuso sexual infantil por parte de maestros en escuelas administradas por un cliente de la CFI, Bridge International Academies, brinda una oportunidad para que el Grupo Banco Mundial demuestre que comprende su responsabilidad de contribuir a la reparación cuando ha contribuido al daño. En 2013 la CFI invirtió en Bridge para ayudarla a ampliar una cadena de escuelas privadas con fines de lucro en Kenia y otros lugares. Sin embargo, según una investigación filtrada por el organismo de control interno de la CFI, el Defensor del Pueblo (CAO, por sus siglas en inglés), la CFI no identificó ni mitigó los riesgos obvios en materia de protección infantil que surgieron del modelo de negocio de reducción de costos de su cliente. Peor aún, se informa que cuando surgieron pruebas de abuso sexual en las escuelas Bridge, la CFI las ignoró y, en su lugar, tramó un plan para “neutralizar” al investigador principal del CAO y retrasar la revelación del abuso, para que la noticia no “asustara a los inversores”. En marzo de 2022 la CFI se retiró de la inversión sin tomar ninguna medida para garantizar que las víctimas de abuso sexual infantil de Bridge recibieran reparación (véase el Observador de Verano de 2022). Este es un claro ejemplo de la contribución de la CFI a un daño atroz.
Es por esa razón que nos unimos a los senadores estadounidenses Elizabeth Warren y Peter Welch y a grupos de la sociedad civil de todo el mundo para pedir a la CFI que contribuya a un fondo de reparación para las víctimas de abuso sexual infantil de Bridge. La CFI debería hacer esto junto con Bridge y sus otros inversionistas, que incluyen una variedad de otras instituciones financieras de desarrollo, desde la Corporación para el Desarrollo de la Commonwealth del Reino Unido hasta la Corporación de Financiamiento para el Desarrollo de Estados Unidos. En noviembre la CFI respondió a nuestra carta diciendo que ya había “trabajado con Bridge para abordar cuestiones de género y de seguridad infantil” y afirmando que su salida de Bridge era “responsable”, pero no se comprometió a reparar el daño.
Hemos escuchado a escépticos decir que contribuir a la reparación crearía un “riesgo moral” para los financiadores. Esto es pensamiento retrógrado. El riesgo moral existe cuando una empresa asume un riesgo excesivo porque sabe que alguien más pagará el precio. Siguiendo esta definición, es la capacidad de externalizar los costos ambientales y sociales a las comunidades afectadas por el proyecto lo que crea un riesgo moral, ya que esto incentiva a los financiadores y a sus clientes a asumir proyectos sin rendir cuentas (y ser, de hecho, totalmente responsables) por sus impactos. Claro, hipotéticamente, los financiadores podrían crear un riesgo moral para sus clientes si aceptaran regularmente demasiada responsabilidad por las reparaciones. Pero pueden evitar esta exposición asegurándose de que los acuerdos de inversión exijan a los clientes abordar los daños ambientales y sociales e incorporen sanciones si no lo hacen.
La adopción de un nuevo enfoque de reparación en consonancia con los PRNU ayudará al Banco a hacer frente a las crisis de nuestro tiempo sin externalizar el riesgo en las comunidades pobres a las que se ha comprometido a servir. La alternativa es sombría: un Banco más grande, que externalice los costos del desarrollo sobre los pobres, con mayor velocidad y a mayor escala que nunca. Por eso decimos que no puede haber evolución sin reparación y le pedimos a Ajay que acepte nuestra propuesta.